Arquitectura en novela
Una cabaña fría, pequeña, sin agua corriente y con cajas de anteriores ocupantes es el escenario de la mitad de la última novela de Richard Ford, Canadá (Anagrama) donde queda retratada la fragilidad de quienes consideramos fuertes. Una memoria juvenil que termina en memoria vital.
Una habitación en un piso de Londres, una abadía y, sobre todo, las calles de esa ciudad en los años setenta miden el viaje personal de la protagonista de Operación Dulce (Anagrama), el primoroso último trabajo de Ian McEwan, una novela de aprendizaje, evasión, información y emoción.
Por último, más Londres en los años 70. Y lo curioso es que, el mismo escenario con otras vidas no parece el mismo. Así, son varios los espacios domésticos: de la casa familiar, a otra vivienda –con los hijos de otros y en la que uno siente como si viviera de prestado- y a otra más invadida por extraños para, paradójicamente, iniciar una reconquista personal. Todas estas casas están en Londres. Pero la que rompe el cascarón de la familia Riordan en la novela Instrucciones para una ola de calor (Salamandra), el último trabajo de Maggie O’Farrell, es un hogar de paso, un destartalado y minúsculo apartamento alquilado en Nueva York.
Arquitectura y memoria (personal y de un lugar en un tiempo):
En la ciudad del mañana (Errata Naturae) recoge la correspondencia entre la escritora Brigitte Reimann y el arquitecto Hermann Henselmann. Cada vez más estudiosos sostienen que la RDA produjo autores más interesantes que la RFA. Júzguenlo. Ese es el marco de este libro que se lee como una novela epistolar entre un arquitecto y una autora interesada en el urbanismo a partir de la fealdad de la ciudad en la que vivía, Hoyerswerda (nueva y socialista): “me produce malestar físico caminar por su desangelada calle principal. ¿Hasta qué punto la arquitectura de una ciudad afecta el ánimo de sus habitantes?”. Así, el libro es también el relato de un proyectista atraído por el talento, a veces sobrepasado por su propio ego, pero siempre capaz de ofrecer consejos a su inesperada amiga 28 años más joven que él: “Las preguntas más peligrosas no las hacen los más provocadores. Las preguntas más peligrosas has de hacértelas tú”.
Reimann cae seducida por Henselmann sin que su pasión llegue a cegarla: “Se entiende que los arquitectos jóvenes lo odien. Hace bocetos geniales y les deja a los otros el trabajo del detalle. Les dio el sueño de la gran arquitectura… y ahora dibujan puertas”. ¿Les suena de algo esta historia? No hará falta recordar, pues, que cambian los escenarios pero no cambiamos las personas y es así cómo la historia se repite.
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