Despedida de Elvira
Querida Elvira, se me ha partido el trozo de corazón que me quedaba ileso al leer hoy tu columna titulada La última (el resto lo fueron rompiendo las desgracias de amigos y conocidos tocados por esta crisis o comoquiera que definamos esta inmundicia que nos rodea). Tu estilo único, inteligente, elegante y tan simpático a la vez ha conseguido arrancarme muchas veces una sonrisa de primeras y muchas reflexiones posteriores. Y eso, mi querida amiga, para mí es un periodismo del bueno.
Me llena de tristeza pensar que ya no te tendré conmigo en este periódico, que ya no estarás ahí para ayudarme a crecer, a pesar de mis 45. Porque tus análisis nos enseñan cada día que la vida es posible sin la mediocridad, que existe una puerta donde el respeto al otro y el arte nos esperan. No soy tu padre y, por tanto, no puedo exigirte que te quedes. Sí puedo decirte que me hubiera gustado que mi hija, de casi nueve años, te hubiera disfrutado igual que yo en estas columnas, aunque ya lo hace con tu Manolito.
Gracias, Elvira, por darnos tanto. No nos dejes del todo. Un fuerte abrazo.— Mar Rúa Acedo.
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