Elogio de las tripas
Algunos sentimientos ocultos automáticos, inconscientes, que suelen predecir el futuro
Nadie necesita que le recuerden que una cosa son sus pensamientos y otra sus sentimientos: todos tenemos una experiencia permanente de esa disociación entre la elaboración racional y la deriva emocional, o entre la cabeza y el corazón. Pero la investigación psicológica publicada la semana pasada va unos cuantos pasos más allá, al revelar que los propios sentimientos están también disociados: que una cosa es lo que la gente dice sentir —o incluso lo que cree sentir sinceramente— y otra lo que siente de verdad, como si ya no bastara con separar la cabeza del corazón, sino que también hay que distinguir el corazón de algo que hay todavía más abajo, tal vez las tripas. Estos términos anatómicos son solo metáforas, pues todo el conflicto tiene lugar en la cabeza, aunque entre distintas partes de la cabeza. Pero no dejan de asombrar los extremos hasta los que es capaz de llegar el Homo sapiens para ocultar sus verdaderas emociones a los demás, o incluso a sí mismo.
Los psicólogos de la Universidad Estatal de Florida y otros dos centros norteamericanos han estudiado a 135 parejas desde que estaban recién casadas hasta cuatro años después y han podido saber así qué es lo que sentían al principio por sus cónyuges y cuál ha sido después el resultado real de su relación. Conclusión: los sentimientos conscientes y explícitos —los que los sujetos reconocen abiertamente— suelen estar por completo desencaminados. Pero que hay otros sentimientos ocultos que sí suelen acertar, en el sentido de que predicen el futuro: son los sentimientos automáticos, los que uno tiene aunque no le guste tenerlos, en el límite de la consciencia, en los estratos más recónditos de ese producto de muchos millones de años de evolución al que llamamos mente humana.
Saber que los humanos somos capaces de predecir el futuro, aunque solo sea sobre nuestro matrimonio, puede resultar estimulante. Pero no lo es tanto saber que lo hacemos con las tripas, con una parte de nuestra actividad cerebral de la que ni siquiera somos plenamente conscientes, con algo que parece funcionar por sí solo y sobre lo que la razón carece del menor control. Total: psicología experimental, 1; Homo sapiens, 0.
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