Investigar la fachada
La aparente urdimbre de esta fachada, que parece tejida con piezas de hormigón, surgió de investigar no la piel del edificio sino la historia y la naturaleza del lugar.
En ese contexto, y alejado del casco urbano, a punto de adentrarse ya en los campos, se encuentra el nuevo campus universitario levantado por los arquitectos Carme Ribas, Pere Joan Ravetllat y Josep Ferrando tras ganar un concurso restringido.
Lejos de levantar una sucesión de edificios y lejos de proponer una sucesión de aulas, los arquitectos dibujaron un único inmueble capaz de acercarse al río perdiendo altura paulatinamente y capaz también de dialogar con cada una de las partes de la ciudad a la que mira (campo o casco urbano) sin perder identidad, funcionalidad o rotundidad.
Así, el inmueble que condensa varias facultades y escuelas tiene forma de estrella para facilitar la circulación de los estudiantes. Funciona organizando sus recorridos no a lo largo de un pasillo sino a partir de una plaza: el corazón del edificio. De la misma manera que el inmueble responde con distintas alturas a la diversidad de la ciudad, el interior ofrece variedad de tamaños de aulas (todas perimetrales) y espacios. Más allá de esos gestos que buscan facilitar la vida de los estudiantes, el edificio es también modélico en cuanto a responsabilidad cívica: no duplica servicios. Ubicado junto al Centro de Congresos de Tortosa, comparte con esa infraestructura un auditorio y comparte a su vez, con los congresistas, una cafetería que no hay en el Centro de Congresos.
Más allá de funcionar, de entender lo que debe ser un servicio público y de respetar el lugar, el Campus de Tortosa habla desde su piel rugosa. De un lado, las piezas de hormigón –más o menos densas- tejen una celosía que permite lidiar con el sol, o se retiran para abrir vanos para las ventanas. Por otro, la solidez del hormigón se suaviza en algunas zonas (pulidas) cuando este se acerca al terrazo del interior del edificio. Finalmente, el inmueble envuelto en una capa con relieve resulta metafórico en un espacio destinado a formar alumnos: en él se lee construcción e ingenio. El suyo es un idioma también fabril pero opuesto al prisma de U-glas que encierra el edificio del centro de congresos vecino.
La industria ofrece muchas posibilidades para levantar y vestir los edificios. Algunas dejan ver la mano de los arquitectos. Y la capacidad de los materiales para responder al entorno y al paso del tiempo.
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