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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El asesino silencioso

Otro golpe de grisú enluta a la minería española tras la lucha mantenida por la supervivencia

El peor accidente de la minería española en los últimos 18 años aumenta la angustia de un grupo profesional y de unas comarcas muy solidarias entre sí, que han luchado por la supervivencia de un sector productivo en declive. Pese a los avances técnicos en todos los campos, que parecen capaces de controlar casi cualquier grave riesgo industrial en los tiempos actuales, el zarpazo del gas grisú ha sumido en el dolor a familias y compañeros de los seis muertos y de los cinco heridos, el más grave de estos intoxicado cuando trataba de auxiliar a los demás.

Los accidentes de ese tipo se han espaciado a causa de las mejoras en los sistemas de ventilación, los dispositivos de medición de las emanaciones de gas y los equipos de respiración autónomos que portan los mineros para aguantar hasta 30 minutos. Sin embargo, a los atrapados el lunes en un pozo de la comarca leonesa de Gordón no les dio tiempo ni a echar mano del respirador. La liberación de la bolsa de gas grisú —cuyo principal componente es el metano— debió de ser tan fulminante como alta su concentración, provocando la asfixia instantánea de los seis fallecidos, según las estimaciones basadas en los primeros resultados de las autopsias practicadas.

Paradójicamente, el accidente se produjo en una mina con reservas de carbón suficientes como para asegurar la continuidad de la explotación hasta 2025, según las expectativas de su propietaria, la empresa Hullera Vasco-Leonesa, que había superado este año un ERE temporal para 357 empleados y una situación preconcursal. La actividad en el pozo afectado se reanudó en junio. Tanto fuentes sindicales como vecinos de la zona tienen la impresión de que contaba con bastantes medidas de seguridad.

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A la espera de la investigación que debe esclarecer las causas concretas y circunstancias del accidente, la tragedia leonesa nos devuelve la dureza del trabajo que se desarrolla en las explotaciones donde se extrae el carbón bajo la superficie, en este caso a cientos de metros de profundidad. Es imposible no conmoverse por la nueva tragedia sufrida en un sector al que, por sorprendente que parezca en pleno siglo XXI, las innovaciones tecnológicas no consiguen despojar del riesgo y del dolor que van asociados a la tradición minera.

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