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Columna
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Patriotas

Ahora estábamos intoxicados con los catalanes, pero nos han salido los de la España eterna

Jorge M. Reverte

En casi todos los pueblos de España se lleva con orgullo la presunción de que los varones autóctonos sean los más burros y los más borrachos del país, por no decir del mundo. Es posible que esta actitud sea un reflejo del patriotismo que siempre hemos padecido. Pero también es posible, viendo lo que pasa con los yihadistas musulmanes y lo que pasó hasta hace poco en los Balcanes, o algo más de tiempo en muchos otros países de Europa, que los españoles no seamos tan distintos a otros pueblos. Lo que no es un consuelo, sino todo lo contrario, porque aceptarlo significa ser consciente de que no hay ningún lugar seguro en todo el orbe.

Hay patriotismo para regalar. En España, desde luego. Lo único que les molesta a los patriotas es que haya patriotismos distintos al suyo. No está de más pasar lista: hay patriotas españoles de pura cepa, los hay vascos, catalanes, gallegos, y hasta andaluces (créanme, los hay).

Ahora estábamos intoxicados con los catalanes, pero nos han salido los de la España eterna. La nómina se nos ha plantado en la cara con toda su crudeza. Y es larga y preocupante.

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Lo que va más allá es lo del ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón. Se a ha atrevido a poner en solfa a un magistrado llamado Luis López Guerra por haber votado a favor de la derogación de la retroactividad de la doctrina Parot. Y el PP, tras el ministro de Justicia, le acusa de ser un antipatriota. O sea, le ha puesto a los pies de los caballos, y de las mulas. A los pies de los borrachos valentones.

El ministro de Justicia no ha hablado de la ley, sino de la patria.

Hoy, más que nunca, la algo manida frase de Samuel Johnson: "el patriotismo es el último refugio de los canallas."

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