El cocinero del Elíseo apaga el fogón
Tras trabajar 40 años en la residencia presidencial, el chef Bernard Vaussion se despide desvelando los secretos culinarios de los mandatarios que comieron sus platos
Dime qué comes y te diré quién eres. Curiosamente, los gustos culinarios de los presidentes franceses parecen adaptarse a la perfección a su personalidad. Al menos eso es lo que se desprende de las indiscreciones que el cocinero oficial del Elíseo, Bernard Vaussion, ha ido destilando sobre los sucesivos inquilinos del palacio de Gobierno. El prestigioso chef sabe bien de lo que habla: ha pasado casi 40 años trabajando en los mimados fogones del jefe de Estado francés de turno, primero como ayudante y, desde 2005, como jefe de cocina. Después de media vida dedicada a cuidar de los exigentes paladares de la élite política nacional e internacional, se prepara para comenzar, a finales de mes, su merecida jubilación.
Vaussion entró por primera vez en aquella inmensa cocina de 500 metros cuadrados el 2 de enero de 1974. Entonces, gobernaba el discreto Georges Pompidou, gran amante del arte modero —y creador del museo parisiense que lleva su nombre—, pero quien, a la hora de sentarse a comer, se decantaba siempre por la cocina tradicional. Su sucesor, Valéry Giscard d’Estain, quien llegó al Elíseo con apenas 48 años y una voluntad de ruptura con la imagen tradicional de la presidencia, prefería, por su parte, una cocina más ligera y más moderna. Le otorgaba una gran importancia a la mesa y, por ello, elegía personalmente los menús. En privado, en tanto, le perdían los huevos revueltos con trufas.
El mandato de Giscard solo duró una legislatura y, en 1981, llegó el primer presidente socialista de la V República, François Mitterrand, de quien se desprendía sin embargo cierto aire monárquico. De una elegancia discreta típica de la alta burguesía, Mitterrand era un gran aficionado al pescado y al marisco, sobre todo los crustáceos y las ostras, y al foie gras tradicional. Para el presidente Jacques Chirac, quien llegó a la presidencia en 1995, con fama de campechano y de bon vivant, la comida era sin duda uno de los grandes placeres terrestres. Tenía devoción particular por la rica cocina regional, con platos como la choucroute alsaciana, el cordero, las recetas con salsas y, a la vez, adoraba la gestronomía china. Durante su gobierno, en la nevera nunca podía faltar un cerveza Coronita, la cual ha quedado para siempre asociada a la imagen del exmandatario.
La llegada de Nicolas Sarkozy en 2007, a pesar de pertenecer al mismo partido conservador que Chirac, marcó una ruptura en la política… y también en la cocina. Aunque prestaba una atención especial a la mesa, sobre todo a la hora de recibir invitados, el hiperactivo expresidente prefería los menús simples y ligeros, como el pollo y el pescado, sin grandes sofisticaciones, y que se podían comer rápidamente.
Con la crisis, Sarkozy retiró el caviar y los famosos quesos franceses de la lista de la compra presidencial, aunque con estos últimos hacía una excepción cuando recibía a la canciller alemana, Angela Merkel, porque ella adora los quesos franceses.
Su don en la cocina y su capacidad para adaptarse a los gustos personales le permitieron a Vaussion sobrevivir a los sucesivos cambios presidenciales, hasta su consagración como jefe de cocina en la época de Chirac. Antes de retirarse, habrá estado al servicio de un último inquilino particular, el actual presidente François Hollande, conocido por su debilidad —controlada— por el chocolate, durante algo más de un año. Parece haberlo cuidado bien, dado que el mandatario ha ganado algún que otro kilo desde su llegada a la presidencia. “Cocinar para él no es muy difícil, le gusta todo”, relata el chef en una entrevista al diario Le Parisien. “La ternera, el pato, los platos en salsa, el queso… Me alegro de acabar con un gourmet”.
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