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Blogs / Cultura
Del tirador a la ciudad
Coordinado por Anatxu Zabalbeascoa

Arquitectura para la gente corriente

Anatxu Zabalbeascoa

La cercanía al usuario frente a la lejanía de los dogmatismos y la caducidad de las modas. El riesgo real de intentar ponerse en la piel de otro (y muchas veces equivocarse) frente al riesgo egocéntrico de “llevar la arquitectura más allá de sus propios límites” que caracterizó –y justificó- tantos edificios de las últimas décadas. 

Si la historia de las ciudades avanza más con el urbanismo que con los grandes edificios, la de la vida de las personas se construye con los pisos –y con la manera en que estos se relacionan-. Por eso la vivienda colectiva, la arquitectura de la gente corriente, es una de las menores unidades arquitectónicas y, sin embargo, la que más podría hacer avanzar la arquitectura si la entendemos como un arte con una función de servicio social. 

Los nombres de los arquitectos que han arriesgado en ese terreno tan espinoso donde se mezclan las prioridades individuales y la necesidad de tomar decisiones colectivas –Maki, Gardella, Moretti- han escrito la pequeña historia de la arquitectura, la de la gente corriente. Aurora Fernández Per y Javier Mozas han recuperado su legado y lo han contrastado y contextualizado.

Cada uno de los edificios que analiza su libro 10 Historias sobre vivienda colectiva (a+t) se convierte en historia al desgajarse en numerosos proyectos que lo precedieron o siguieron y con cada uno de los protagonistas (políticos, inversores, filósofos, arquitectos y hasta actores de cine) que contribuyeron a los aciertos y desaciertos de esos edificios. Ese contexto –que arranca en las personas, continúa en las referencias arquitectónicas y analiza las ideas- explica la arquitectura, la de entonces, y la que ha seguido a esta serie de inmuebles que actuaron como nave nodriza para futuros desarrollos urbanos.

Así, en las calles elevadas del complejo Justus van Effen que Michel Brinkman levantó en Róterdam en 1922 tuvo tanta importancia su autor como J. J. P. Oud, por entonces arquitecto municipal de la ciudad, con 28 años. Su preocupación por densificar la ciudad-jardín está hoy presente en proyectos como el Macrolot que Chavannes/Devilliers finalizaron en París en 2010.

“Byker para la gente de Byker” fue la idea defendida por el británico Ralph Erskine en 1969 para regenerar ese barrio de Newcastle-upon-Tyne, al noreste de Inglaterra. El arquitecto abrió en el vecindario “The Architects Shop”, un despacho a pie de calle para “convertirse en parachoques desmitificando el papel de técnico apartado del mundo”, explican los autores del libro. Convertido en mediador, Erskine ideó plantas abiertas –es decir modificables-, quiso llevar al barrio colores vivos –que hicieran olvidar el viejo ladrillo- y conservó parte de su memoria, pero reconstruyó el vecindario con lentitud: entre 1971 y 1973 se demolieron 2.350 viviendas y solo se levantaron 500. El resultado de este “pueblo dentro de una ciudad” fue que en algunas partes resultaba demasiado invasivo: un muro –de las propias viviendas-  protegía a la comunidad de los vientos del norte y de la autovía vecina, pero su longitud (600 metros) tenía un gran impacto visual.

Algunos acabados, como la madera, provocaron problemas y fueron sustituidos por elementos metálicos que exigen menor mantenimiento. Pero no solo la arquitectura, la industria constructiva o los políticos deciden la vida de los edificios, también la deciden los vecinos. En este capítulo titulado “Construyendo estados de ánimo”, Fernández y Mozas repasan cronológicamente la vida de Byker y explican que tras la degradación y el abandono que sufrió en los años 90, la gestión de un nuevo concejal del distrito redujo la criminalidad en un 40% y las viviendas vacías a un 2%. En 2006 Byker fue catalogado como conjunto protegido. Y en 2012 la gestión de las viviendas fue recuperada por una sociedad sin ánimo de lucro dedicada a implicar a los residentes en el cuidado de su barrio.

Los autores de 10 Historias sobre vivienda colectiva explican en el prólogo que fue un encuentro casual con Erskine, ya anciano, durante el congreso internacional de la UIA en Barcelona en 1996, lo que les llevó a pensar en él. El autor de Byker estaba sentado entre el público que escuchaba “al arquitecto más tecnológico de la escena británica, que en ese momento estaba reciclándose para convertirse en el más sostenible”. Erskine preguntó por el supuesto bajo coste de sus edificios. Y el interrogado respondió con una evasiva. No reconoció a quien le había hecho la pregunta, pero cuando un periodista lo identificó como “perteneciente a una época en la que los arquitectos ejercían su profesión ajenos al reconocimiento público y conscientes de su responsabilidad social”, el arquitecto tecnológico-sostenible, que había evitado contestarle sobre el precio de sus edificios, lo llamó maestro y Erskine, con 82 años, terminó cerrando improvisadamente el congreso con un alegato a favor de la arquitectura participativa.

Erskine en us oficina de Byker. Fuente: Manchester Daily Mail



Comentarios

Un viaje a Moscú y San Petersburgohttp://manuel-diasintensos.blogspot.com.es/2013/10/un-viaje-moscu-y-san-petersburgo.html
Diría que la poesía de la Arquitectura se aprecia mucho más con el paso del tiempo y el recuerdo de lo que pudo ser... http://2worldtree.blogspot.sg/2013/07/yo-fallo-de-sistema.html

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