Los niños de la talidomida
El caso de los niños de la talidomida produce escalofríos. Aparece la mayoría silenciosa, pero la de los años sesenta y setenta, aquella a la que se le marcaba que el único camino posible era la resignación. Bien, transcurridos 50 años quiero recordar que el sufrimiento y el dolor no prescriben.
El caso me trae a la memoria aquello que por viejo olvidamos demasiadas veces: la justicia, lo justo, es estar siempre con las víctimas. Y para aquellos que en su momento callaron, y que en su pasividad fueron partícipes, algo escrito recientemente: “La maldad, para que exista, necesita que el hombre bueno no haga lo que debe hacer”.— Pedro J. Esteban Barea.
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