Hasta cantar gol: una historia mutilada
Por Jesús Ángel Gabaldón
Cuando el oficial Jung, comandante de las tropas del AOF, dijo en 1928 que el fútbol era un juego demasiado complicado para los negros, no solo pronunció una estupidez a la altura de su rango militar, también contribuyó, como tantos entonces, al menosprecio cultural de un continente y al fortalecimiento del mito de la inferioridad negra.
Cuenta el antropólogo Joan Manuel Cabezas que Occidente infravaloró África creando una suerte de no-historia que relegaba a los pueblos negros a un estado de minusvalía cultural. La historia de los juegos y deportes africanos es prueba de ello; una historia mutilada que empezó a contarse a destiempo desde la primera mitad del siglo XX con la llegada de los deportes modernos y su “misión civilizadora”. ¿Y hasta entonces qué?
Equipo de fútbol en la África Occidental Francesa. Fuente: Igor Hansen Love (lexpress.fr)
Viendo el África de hoy, parece fácil entender que el éxtasis que provocó cantar el primer gol en el continente echara por tierra cualquier intento de recuperar un patrimonio que no se libra de ser visto como un puñado de cuerpos desnudos danzando, casi en trance.
Lo cierto es que ha habido intentos de contar la cultura corporal y deportiva de los pueblos africanos. No más de una decena, eso sí. Entre los que calaron más hondo en el imaginario occidental está la colección fotográfica de Leni Riefenstahl, quien retrató de forma magistral a los nuba de Sudán. Sin embargo, su indudable capacidad artística aún hoy no hace olvidar que su cámara y su mirada estuvieron al servicio de la propaganda nazi durante una década.
Tampoco lo escrito hasta ahora revela una historia deportiva muy elaborada. El último desencanto, obra del senegalés Garang Coulibaly, ha sido la publicación el pasado mes de febrero de La fabuleuse Histoire du Sport Africain. El autor despacha siglos de historia precolonial a la misma velocidad que en su época de atleta recorrió los cien metros lisos; y de nuevo nos adentra en una historia reciente, la del Conseil Supérieur du Sport en Afrique.
El acercamiento más digno corre a cargo del antropólogo irlandés John Blacking y de su colega austriaco Paul Sigrid, quienes describen en un par de capítulos del libro Sport in Africa: essays in social history, un inventario de observaciones y apuntes que habría que custodiar como un tesoro; quizá son el mejor documento sobre el legado deportivo de África al que podemos aspirar por ahora.
Gracias a ellos sabemos que el misionero inglés George Barden ya observó concursos de natación entre los igbo de Nigeria, o que los bosquimanos en África del Sur practicaban dos juegos de pelota muy populares (uno para mujeres y otro para hombres) que requerían grandes dosis de precisión y ritmo para lanzar una pelota al aire al tiempo que danzaban.
Joao Gabriel muestra su pelota artesanal (Malawi). Fotografía de Jessi Hilltout
También en este libro hay alusiones a algunos juegos de los tsonga-shangaan de Mozambique, quienes realizaban multitudinarios concursos para encontrar a la persona que lograra escupir cerveza a la mayor distancia posible u organizaban pacíficas carreras a lomos de sus reses. O las luchas con palos, muy populares entre los mpondo y los red xhosa, que los propios occidentales calificaban de mucho menos violentas que el boxeo o el fútbol americano. En otras regiones los juegos surgieron de la necesidad de adaptarse al medio, como es el caso de los campeonatos de tobogán que se celebraban en Karamoja, Uganda.
Los festivales de danza, con su riqueza infinita de matices y manifestaciones, y tan celebrados a lo largo y ancho del continente, también han sido objeto de estudio. Un estudio siempre amenazado por el riesgo de meter tanto baile en el mismo saco y no saber establecer la distinción entre lo puramente recreativo y lo que expresa fervor religioso.
En cualquier caso, si en algo coinciden los etnógrafos es en afirmar que, aunque sería erróneo hacer generalizaciones sobre el significado social de estas actividades, todas ellas contaban con códigos y reglamentos tan elaborados como los deportes modernos. Sugieren también que, el escaso interés que suscitó su investigación, hace difícil saber si hoy día estos juegos siguen practicándose y forman parte del acervo cultural del continente, tal y como lo es en la actualidad la lucha, convertida en toda una institución en países como Senegal o la República de Chad.
Luchadores en Karabane (Senegal). Fotografía de Marcos del Mazo (fotomdm.com)
Desde Egipto a las Islas Canarias, la lucha siempre fue un deporte que contó con gran aceptación; aunque fue en la costa senegalesa y gambiana donde se convirtió en la actividad favorita para un gran número de grupos étnicos desde hace más de tres siglos. Todos los estilos de lucha siempre fueron acompañados de puestas en escena festivas que cumplieron diversas funciones: rituales de matrimonio, ritos de iniciación, ceremonias de bienvenida o cambios de estatus social.
Existió lucha entre adultos, hombres y mujeres, aunque los participantes eran la mayor parte de las veces varones jóvenes y solteros deseosos de exhibirse en público. Sus padres ejercían labores de arbitraje o entrenamiento mientras sus madres preparaban todos los detalles del festival: música, adornos, comida y confección de trajes especiales para la ocasión.
Quizá fue la lucha una de las mejores aliadas de quienes mutilaron la historia deportiva de África. Bien pensado, qué mejor actividad para hacer correr como la pólvora esa idea inventada de un continente bárbaro y salvaje. Curiosamente, a finales del XIX, mientras en Inglaterra se sucedían embrutecidas persecuciones de balón por calles y plazas ocasionando decenas de heridos y algún que otro muerto, W. H. Bentley escribía esto sobre la lucha de los lokele, en la actual República Democrática del Congo:
“El combate, sus elaboradas reglas y las costumbres fueron apasionantes, pero el ambiente general de buen humor y autocontrol fue aún más extraordinario”.
El testimonio de Bentley es de los que hace pensar que la historia de los juegos y deportes del África precolonial no es una historia definitivamente perdida. Sólo es una historia mal contada.
La realidad deportiva de hoy es bien distinta. Es cierto que en los últimos años África tiene aspecto de un Madrid-Barça. A cada momento y en cualquier rincón del continente puedes encontrarte con alguien que parece estar a punto de saltar al campo. Pero no todo es fútbol ni corredores espigados, hay mucho más. Esta entrada es solo un guiño, una pataleta para ir abriendo hueco al deporte de los africanos.
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