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Columna
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A lo suyo

No sé cómo habrán elegido a los adultos que ha examinado la OCDE para determinar el nivel de preparación de la población española de 15 a 65 años

Elvira Lindo

Cada cual tiene sus pesadillas recurrentes. Una que con frecuencia asalta mis sueños es la de encontrarme en un examen, pero no de vuelta a la niñez, sino en este presente, a mis años: estoy sentada en un pupitre ante un papel en blanco y no sé nada. Nada de nada. En ese momento siento una indefensión infantil y una vergüenza adulta. De niño sueñas con acabar la escuela, pero nadie te previene de que la vida laboral es un examen continuo. NADA más lógico que la ansiedad diaria se traduzca en el sueño como una prueba para la que no estás preparado.

No sé cómo habrán elegido a los adultos que ha examinado la OCDE para determinar el nivel de preparación de la población española de 15 a 65 años. Para algunos los resultados son desastrosos; para otros, nada sorprendentes, ya que definen el país que tenemos. A mí me ha hecho gracia (si es que algo de este asunto tiene gracia) que los jóvenes están a menor distancia de los jóvenes europeos que lo están los maduritos. Por mirarlo desde un punto de vista positivo, hubiera sido peor al contrario.

Lo que desconsuela de este suspenso o aprobado por los pelos con que se ha calificado a una muestra de la población española que en teoría define al conjunto del país es la reacción cutre, y al mismo tiempo previsible, de los dos grandes partidos. Por un lado, el PP, como suele, carga todas las razones del desastre actual sobre los hombros de los socialistas y arremete contra la LOGSE. Como si la LOGSE los librara a ellos, de momento, de aquello en lo que está consistiendo su contradictorio modelo educativo: una búsqueda de la célebre excelencia esquilmando los recursos a la escuela pública. Y por otro lado, el PSOE, que para defender la que fuera su ley de educación aún apela a un pasado más lejano: a Franco, nada más y nada menos.

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Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.

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