Siria no es el problema
Siria es, por supuesto, un grave problema. Con más de 100.000 muertos y dos millones de refugiados lo es, incluso si no hubiera habido uso de gas nervioso. Pero la cuestión de fondo no es si ahora debe haber una acción militar “de castigo” para mantener la credibilidad de quienes señalaron “líneas rojas que no pueden traspasarse impunemente”; o dejar que en Siria prosigan las matanzas, los desplazamientos de millones de personas, el uso de armas químicas.
La cuestión de fondo en este y tantos otros problemas, políticos y socioambientales, es si la comunidad internacional es capaz de avanzar hacia una gobernanza planetaria democrática y creíble, que excluya tanto las acciones unilaterales como la pasividad. Y si bien es cierto que el derecho a veto (absolutamente ilegítimo) distorsiona un funcionamiento democrático y efectivo, este es un obstáculo que debe y puede obviarse: basta con adoptar las medidas acordadas por mayorías cualificadas del Consejo de Seguridad, aunque no puedan aparecer nominalmente como decisiones de dicho Consejo a causa de algún veto.
El clamor de la ciudadanía ha de dirigirse a exigir el liderazgo activo de Naciones Unidas en la búsqueda de soluciones y la adopción de medidas. Solo así avanzaremos hacia sociedades sostenibles, respetuosas de los derechos humanos.— Daniel Gil Pérez.
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