La decepción egipcia
La llamada “primavera árabe” comenzó en Egipto con una espontánea movilización popular, sin liderazgo, que desembocó, en menos de dos semanas, en la dimisión del entonces presidente Hosni Mubarak y el desmoronamiento de la dictadura militar.
La historia se ha vuelto a repetir ahora, apenas año y medio después, con un movimiento de rebelión contra el presidente islamista Mohamed Morsi. Después de unos días de protestas intervino el Ejército, que ha depuesto a Morsi y ha impuesto un Gobierno provisional. El escenario es el mismo, con la ya mítica plaza Tahrir ocupada por cientos de miles de jóvenes que reclamaban la disolución del régimen islamista, acusado de conducir al país hacia una ruina económica mucho más visible que en los últimos tiempos de Mubarak.
En todo este lío hay una diferencia notable: Morsi ha sido el primer presidente que ha sido elegido democráticamente y el partido que lo apoya, los Hermanos Musulmanes, también ha ganado las elecciones legislativas, a pesar de que después han utilizado el Gobierno imponiendo su constitución y un régimen islamista.— Pedro García.
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