
El objeto de mi vida
Hemos pedido a personajes conocidos de diferentes ámbitos que se inspiren en la novela ‘El museo de la inocencia’, de Orhan Pamuk, para que desvelen el fetiche al que tienen más apego. Este es el resultado

Según los antiguos relojes otomanos, el sol se ponía a medianoche y a las seis en punto era mediodía. Durante los últimos días del Estado otomano, bajo los efectos de la occidentalización, los relojes de estilo europeo se usaron en las oficinas gubernamentales junto a los de estilo turco, hasta que el país cambió al estilo occidental en 1925. Este reloj, mezcla oriental-occidental, es un regalo que tía Nesibe le hizo a Kemal, y es muestra tanto de los viejos tiempos como de los nuevos, es una reliquia de ese periodo de transición.
El reloj este-oeste fue bautizado así por mis amigos, ya que vieron lo preocupado que estaba sobre cómo denominarlo de forma precisa. Durante mucho tiempo pensé que el mejor lugar para el reloj sería un capítulo titulado Tiempo. ¿Cuál de las dos caras de este reloj debería enseñar al visitante? Como era de esperar, la respuesta de todos fue: “Debemos mostrar las dos caras”. Ese era también mi punto de vista, pero, incluso si usamos un espejo para reflejar el cuadrante de la espalda y el frontal, como hicimos aquí con una cómoda de Tarik Bey, uno de los cuadrantes debería estar al frente, y el otro, en la parte de atrás. Estaba plenamente convencido de que nuestro museo debería permanecer equidistante del Este y del Oeste. Y para aquellos que se burlan de mis excesivas preocupaciones internas, les devolví la sonrisa y dije: “El reloj este-oeste, c’est moi”.FEDERICO REPARAZ

Cobijado bajo este trapo, todo parecía más posible que imposible. De los excesos hacía fuerza y remaba, remaba sin desfallecer, alegre y confiado, aún en mí no había ningún desaliento. Recitaba salmos. A todos decía: “Y si no hay viento, habrá que remar”.FEDERICO REPARAZ






Mi biblioteca me acompaña desde siempre. De mudanza en mudanza, soy incapaz de tirar o regalar libros que he leído. Acumulo los que me quedan por leer, aunque de un tiempo a esta parte tengo menos calma o tiempo para dedicárselo. Tengo libros repetidos hasta cuatro veces, esos que de pronto se ponen de moda y todo el mundo te regala. O libros rotos, llenos de arena, derretidos al sol, pintarrajeados, llenos de anotaciones y dibujos. Libros que he releído hasta prácticamente memorizarlos. De todo tipo de temas, desde diccionarios hasta tratados de repostería, poesía, climatología, teatro griego, novela negra, cine, ciencia ficción, zoología… Me gusta cómo huelen, su aspecto, su peso.
Este que he elegido es uno que me regaló Gerardo Rueda cuando yo tenía 14 años. Fue el primer libro con el que no sentí vergüenza de reír a carcajadas en público, en solitario.
Vuelvo a él una y otra vez, cuando necesito regresar a ese momento del principio de la adolescencia en el que todavía no has tenido accidentes graves.FEDERICO REPARAZ