No lo digas delante de la ‘seño’
La locuacidad en público de algunos políticos sobre Bárcenas contrasta con la mudez ante el jefe

Ustedes pueden escoger si ellos incitan a la ternura o merecen un sopapo. Ellos son los dirigentes políticos que airean sus posiciones —sobre todo si son discrepantes— ante el canuto, a las puertas de la reunión, en los pasillos, emboscados tras una cortina... donde sea, pero jamás dentro de la sede donde se celebra el pleno, el comité o la junta. Jamás delante del jefe, no vaya a ser que le caiga mal lo que dicen. Son como niños, cobardicas ante la seño, no sea que les ponga mala nota.
Hubo un tiempo en que un ministro alemán de Exteriores, el liberal Klaus Kinkel, se despachaba ante la prensa sobre sus posiciones en el Consejo de la UE, de las que sus colegas ministros jamás se enteraban, hasta que se descubrió el juego. Y es que Kinkel debía tomar el avión siempre antes de que le llegase el turno de palabra. Por eso predicaba fuera de la reunión. Pero en su caso, la locuacidad frente a los micrófonos y el ataque de mudez en la reunión no se debían a un terror paralizante ante la seño.
Esta modalidad de declaraciones selectivas afecta a los más valientes dirigentes populares, como la aguerrida Aguirre o la pluriempleada Sánchez Camacho, sobre todo si se trata de abordar la corrupción. Esa que en tiempos se conoció como caso Gürtel, ahora se denomina Bárcenas y al cabo quizá adquirirá otra etiqueta, por las genialidades de quienes patroneaban el partido cuando se fraguó lo más gordo del saqueo, y quienes invitaban a sus más eximios protagonistas a bodas de Estado mientras gorroneaban del erario hasta las clases de golf.
Las citadas amazonas y otros variopintos pimpollos practican esa acreditada técnica de lanzar la piedra y esconder la mano con notable desenvoltura. Se declaran escandalizados, aunque ellos no tienen miedo de nada, su partido es el colmo de la transparencia... pero callan ante la seño, sospechando que si ni siquiera se atreve a nombrar al tesorero de casi dos décadas, por algo será.
Qué hermosas lecciones de transparencia y estriptís, cuando ni cumplen los compromisos de auditorías prometidas, ni la luz-y-taquígrafos sobre las declaraciones de renta, ni nada de cuanto prometen... Eso, ternura.
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