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Del orgullo a la igualdad

La aceptación social que indica el estudio citado es sin duda el resultado de un largo proceso en el que, sobre todo en la última década, han sido especialmente incisivas las políticas públicas y en el que cabe destacar cómo el debate en torno al matrimonio igualitario ha contribuido a consolidar la aceptación de la diversidad afectiva y sexual. Y todo ello a pesar, o más bien yo diría gracias a, la insistencia de determinados sectores de nuestra sociedad – muy especialmente la jerarquía católica y sus acólitos neomachistas y homófobos- en seguir condenando la homosexualidad como un acto contra natura. Porque creo que tanta insistencia en reivindicar la heteronormatividad ha ayudado, precisamente, a deslegitimar un discurso que en pleno siglo XXI ya no se mantiene, por más que, no lo olvidemos, haya muchos países del mundo donde la diversidad sigue siendo castigada, en algunos casos incluso con la pena de muerte.

Soy de los que opinan que el proceso iniciado el siglo pasado en nombre de la igualdad de derechos es imparable. Costará más o menos tiempo y esfuerzo consolidar las conquistas, y habrá como ha solido pasar en otros procesos reivindicativos a lo largo de las historia, países en los que resulte más complejo y costoso. Pero la oleada transformadora continuará removiendo los obstáculos que el orden patriarcal, basado en una concepción binaria y jerarquía de las sexualidades, ha alzado durante siglos de hegemonía.

Eso sí, como todas las conquistas democráticas tampoco estas son irreversibles y, por lo tanto, es preciso no bajar la guardia y seguir batallando por la construcción de un modelo de convivencia en el que la igualdad sea entendida y garantizada como reconocimiento de las diferencias. Un reto enormemente complejo porque supone liquidar los esquemas simplistas del binarismo, además de implicar la pérdida de poder y legitimidad de los que durante tanto tiempo justificaron sus privilegios en nombre de la normalidad mayoritaria.

En el caso concreto de nuestro país, y a pesar de los indudables avances, sigo pensando que el lenguaje moral de nuestras leyes continúa en gran medida distante del dominante en la sociedad. Es decir, creo que hemos alcanzado un nivel aceptable en cuanto a la tolerancia de lo diverso, pero no hemos llegado al punto decisivo que sería la igualdad de derechos. El discurso de la tolerancia, terriblemente perverso, supone el reconocimiento de una posición mayoritaria y acertada –en este caso, la heterosexual– que graciosa y casi piadosamente admite y respeta la existencia de otras opciones que, por lo tanto, habrán de permanecer en el lugar subalterno que corresponde a las minorías. Late pues en él una concepción jerárquica que supone una negación de la auténtica igualdad. Si ésta fuera real y efectiva la tolerancia como tal no tendría ningún papel que desempeñar pues todos y todas estaríamos en el mismo nivel de reconocimiento social y político.

En este sentido me resulta especialmente llamativo cómo buena parte de las conquistas que el movimiento LGTB ha ido alcanzando se han hecho precisamente gracias a la asimilación en una cultura heteronormativa y no desde lo que habría supuesto la garantía de otras maneras de entender la afectividad, la sexualidad o los modelos de convivencia. El mismo debate en torno al matrimonio, que sin duda ha supuesto una conquista en la igualdad de derechos que cualquier demócrata debería aplaudir, es un claro ejemplo de cómo ha triunfado una visión asimilacionista del modelo ideal de convivencia que la sociedad hetero nos vende insistentemente como promesa de felicidad. Todo ello haciendo invisibles otras opciones posibles de entender los pactos de convivencia.

En este sentido, no es de extrañar que muchas de las voces más críticas con el matrimonio procedieran de colectivos de mujeres lesbianas, en cuanto que entendían que dicha institución reproducía un orden heteronormativo y patriarcal. Una crítica que, en gran medida, podríamos hacer extensiva a otras muchas estrategias de los colectivos LGTB en las que, en vez de combatirlos, se han reproducido los esquemas que mantienen una diferenciación jerárquica entre hombres y mujeres.

Todo ello no ha contribuido a darles voz y reconocimiento a unas mujeres que han de sumar a la discriminación que sufren por su sexo la que se les añade por su identidad sexual. De esta manera, se ha establecido una línea de continuidad con la invisibilidad de estas mujeres que ni siquiera, en este caso afortunadamente, existieron como sujetos activos en los momentos históricos en que las normas penales castigaban los actos contra natura.

Por lo tanto, uno de los principales focos de atención en las reivindicaciones que tienen que ver con la diversidad afectivo-sexual debería ser el relacionado con la discriminación "interseccional" que sufren las mujeres, las cuales acumulan causas y circunstancias que dificultan el ejercicio de sus derechos y que las mantienen en una posición subalterna con respecto a los varones. Es decir, en el caso de las mujeres son varias las causas de discriminación que se entrecruzan, que interseccionan entre ellas y que contribuyen a mantener su subordinación. Una intersección que se hace especialmente evidente en las mujeres que no responden al patrón heterosexual que sigue dominando el orden jurídico y político. Piénsese por ejemplo en todas las dificultades que a nivel legal siguen teniendo las parejas de mujeres que deciden ser madres.

Esta invisibilidad de las mujeres lesbianas, que en gran medida siguen no en el armario sino en la trastienda del espacio público y de las políticas de igualdad, nos sitúa frente a las raíces de la discriminación que todavía hoy, incluso en democracias avanzadas como la nuestra, siguen sufriendo muchas personas en razón de sus opciones afectivas y sexuales. Se trata de un elemento más que nos demuestra que la gran revolución radica en la erosión definitiva del orden cultural y político del patriarcado que es el que, durante siglos, ha mantenido a su vez la heterosexualidad como imperativo categórico y que, por tanto, ha consolidado la homofobia como frontera.

De ahí que sería necesario coser redes más estrechas entre las reivindicaciones feministas y las del colectivo LGTB, un propósito no siempre conseguido ya que, al contrario, desde ambas posiciones se han generado más dinámicas de lobbies enfrentados que de sujetos cooperantes en un mismo objetivo. Porque de lo que se trata es en profundizar en la garantía de la igualdad entendida al fin como tutela de las diversas maneras de entender la dignidad y el libre desarrollo de la personalidad del individuo.

De ahí que en un plano jurídico el reto sea la eficaz garantía del derecho al libre desarrollo de la afectividad y la sexualidad, con todas las proyecciones que el mismo ha de tener en ámbitos tan importantes para el individuo como el Derecho de Familia. Un ámbito este que habría de revisarse teniendo como punto de partida la autonomía individual y la diversidad. Una tarea sin duda compleja para un territorio tan dado a los esquemas simplistas e interesadamente reductores del patriarcado. Y, a su vez, una tarea que en el caso de las mujeres lesbianas debe ser doblemente intensa ya que acumulan múltiples discriminaciones.

Por todo ello, en este junio de desfiles en carrozas y otras manifestaciones públicas que cada día me parecen menos necesarias y más discutibles, el reto no es tanto insistir en la reivindicación del orgullo sino precisamente hacerlo en la necesidad de que no sólo los ordenamientos jurídicos sino también el orden social y cultural reconozca y garantice la diversidad afectiva y sexual. Y con ella las diferentes maneras de entender la familia, la parentalidad y todas las consecuencias que derivan de cómo organizamos nuestros pactos de convivencia.

La reivindicación “orgullosa” fue sin duda necesaria en otros momentos históricos, y todavía hoy lo sigue siendo en muchos lugares del planeta, pero me parece superflua en un país como el nuestro en el que el reto actual es superar la tolerancia y hacer firme como una roca la igualdad de reconocimiento.

Octavio Salazar Benítez es profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Córdoba y autor del libro Masculinidades y ciudadanía. Los hombres también tenemos género.

Foto: mujeres en el desfile del Orgullo Gay en Madrid, por Cristóbal Manuel.

Comentarios

Estoy muy de acuerdo con el post. Pero creo que el éxito ha estado en la unidad. Objetivos claros y contundentes, sin tanto colorin ni sigla como en otrasssss. La división está bién en el debate, pero la idea común es la que hay que seguir. Y por cierto la de esta año es "juventud sin armario"...sin mas. Sin "arrobas", ni siglas ni leches.
http://nelygarcia.wordpress.com Creo que lo verdaderamente antinatural, es negar algún aspecto de la naturaleza.
Creo que sectorizar las reivindicaciones es y será siempre un error, da igual que la gente se agrupe como se agrupe en cuantas etiquetas considere. El problema es el miedo y la violencia da igual contra mujeres, razas, orientación sexual, origen, religión, todo es el mismo perro pero con diferente collar. Como hombre homosexual no me siento especialmente cercano a ninguna organización en particular pero si rotundamente a todas y cada una de las personas que son discriminadas por otras que se creen privilegiadas por alguna razón y utilizan etiquetas para justificar su falta de humanidad y empatía. Tod@s los organismos y asociaciones sin matices deberían unirse y crear lazos. La discriminación es cosa de tod@s incluso de l@s que no son objeto de ella
Pues siento discrepar pero los gays se han ganado su reconocimineto y su respeto a pulso. Son los mayores activistas, los que mas han dado la cara y or supuesto los que mas han sufrido la violencia homofoba, Para ejemplificarlo veamos el caso de Mexico: " la organización civil Letra S en su informe de homicidios contra personas LGBTTTI en el periodo 1995-2013 destaca que los hombres homosexuales son las principales víctimas con 640 casos, seguidos de las mujeres trans con 152 y lesbianas con seis, además que la mayoría tiene entre 18 y 30 años."
El sexo entre personas sin pene está socialmente más aceptado y hasta bien visto e incluso aclamado por los varones. En algunos países está sucediendo que aún a drede jovencitas van de la mano por la calle para que las ad/miren
En los países "machistas" mientras el varón gay aunque ya menos debe esconderse; a los machos les encanta ver lesbianas por la calle etc. La lesbiana está mas admirada ni qué decir de la mujer bisexual por Dios.
Discriminar a otras personas por su orientación sexual no parece civilizado.Ni justo.Es una forma de censura unilateral al margen de la naturaleza que nos engendra.A cada cual con un sentir o con una inclinación.Desde el respeto y en una sociedad de derecho, hasta el fin del mundo.Del cumplimiento de la ley y los derechos de las personas al poder existir tal cual son y sienten.Otra cosa diferente es el respeto que merece todo el mundo a caminar por la calle dentro de un orden cívico y sin intromisiones.Ni morales, ni esperpénticas, ni fuera de tono.Lo cortés no quita la valiente y la calle si la hemos de compartir todo el mundo, grandes y chicos se merece el respeto a la individualidad.Y el respeto a la colectividad.Como ciudadanos libres y en libertad que cumplen con la sociedad respetando las instituciones.Y en su vida privada que cada cual se conforme en familia como mejor crea.Según reconoce la legislación y los derechos humanos.
Todo esto está muy bien pero habría que saber por qué el firmante del artículo no se dedica en nada a su profesion de profesor/investigador (atención de sus alumnos y desarrollo de la investigación a la que está obligado) de Universidad y sólo dedica su tiempo a estas cuestiones. ¿Como puede ser que este señor permaneciera en un Cargo, y cobrando, dedicado a la Promoción de la Capitalidad Cultural en Córdoba hasta un año despues en el que ya se sabía que Cordoba no iba a ser Capital Cultural? ¿Como tuvieron que llamarlo para decirle que el cargo no tenía sentido y que lo tenía que dejar?
Lo sexual es un asunto biológico y nada tiene que ver con lo social. En una ocasión, siendo un niño, vi en la calle a unos seis perros que esperaban para hacer el coito con una perra... Y lo curioso fue ver que los que esperaban su turno comenzaron a meterse manos unos a otros, no podían contenerse. Pensemos, por un momento, en las guerras cuando miles y miles de varones pasan meses y meses sin hacer el sexo con mujeres; la respuesta es clara... realizan el sexo entre ellos y los que no lo hacen acuden al onanismo, o sea, a la masturbación. El machista, el falso varón, es un gran hipócrita, practica la homosexualidad y despotrica contra sus iguales. Dentro de las instituciones, sean políticas, militares o religiosas abundan esos casos. En fin, ven la paja en el ojo ajeno y no ven la suya.
Estoy de acuerdo prácticamente con todo el artículo. Salvo al final, cuando dice que la celebración le parece cada vez más innecesaria. Yo diría que tamibén lo son las procesiones religiosas y otras fiestas populares, pero que forman parte de nuestra historia y cultura y por eso, muchas, se repiten cada año. ¿Por qué no repetir también ésta? ¿Por qué no convertirla en una fiesta pagana tan respetable como las demás? Muchas veces hemos comprobado lo rápido que pueden cambiar las leyes según las ideas de quien gobierne, razón de más para perpetuar esta fiesta. No por orgullo gay, sino para recordar que la libertad sexual fue un hito en nuestra sociedad del que sí nos sentimos orgullosxs.
Eric Vázquez Jaenada cuenta usted con mi total respaldo en sus opiniones. Yo estoy cansada de ver cómo se discrimina a las mujeres lesbianas dentro del entorno gay. Yo misma lo he soportado. Esto para algunas personas resulta tan difícil de admitir como que las mujeres ganen menos, o que el machismo impere en españa... Lucha es lo que toca, aunque a veces parezca que eches agua en el mar.
¿De qué igualdad hablan si hoy los varones hasta les tenemos miedo a todas las personas que dicen sentirse mujer? Incluso la foto atemoriza y muestra el terrible poder institucional que hoy tienen. Esos gestos, esas poses, esas actitudes son una prueba evidente que contradice a la nota. (Existen hasta comisarías de la mujer en todo occidente, si Foulcaut viviera)
¿Desde cuándo negar la realidad es aceptar el amor lésbico?"Gracias, Eric, me has quitado las palabras de la boca. Ignoro cual es la posición y el funcionamiento de los grupos de defensa de lesbianas, pero creo que es un error que se hayan unido a los gays. Su lucha y su situación no es la misma. Las lesbianas soportan el doble de presión que los gays. Los gays se perciben como glamorosos, pero las lesbianas... Ni siquiera son reconocidas como tales, suelen ser percibidas como compañeras de piso.Sin embargo, creo que si hicieran por hacerse más invisibles (separándose de los hombres) posiblemente se percibiera una de las características que diferencian el amor de los gays del de las lesbianas. Dos mujeres unidas por amor y practicando un sexo no promiscuo son percibidas como ángeles. Esta es una observación que he oído frecuentemente a gente que ni le va ni le viene la orientación sexual de los demás.Recomendaría la lectura de Safo de Lesbos para quién crea que el amor lésbico es igual que el amor gay.

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