_
_
_
_

El campeón marroquí doblegado por su familia

Khalid Skah, medalla de oro en Barcelona 1992, está a la espera de ser extraditado a Noruega, donde se le acusa de secuestro, violencia doméstica y amenazas a funcionarios. Un conflicto diplomático que enfrenta desde hace cuatro años a Marruecos y el país nórdico

Khalid Skah acusó en 2009 al embajador Bjørn Olav Blokhus de ayudar al “secuestro” de sus hijos.
Khalid Skah acusó en 2009 al embajador Bjørn Olav Blokhus de ayudar al “secuestro” de sus hijos.AFP

Khalid Skah, marroquí, de 46 años, medalla de oro en la carrera de los 10.000 metros en los Juegos Olímpicos de Barcelona y dos veces campeón del mundo de la prueba de campo a través, anda como alma en pena por París. Detenido el 19 de junio a su llegada al aeropuerto de Orly, está en libertad bajo fianza desde el pasado fin de semana, pero tiene prohibido salir de Francia.

El campeón olímpico está a la espera de que la justicia francesa decida si lo extradita a Noruega, donde le reclaman por secuestro, violencia doméstica y amenazas contra funcionarios. Él lo niega todo, pero lo más probable es que acabe sentándose en el banquillo de un tribunal de Oslo. Para apoyarle se ha desplazado a París Abdeslam Ahizoune, presidente de la Real Federación de Atletismo de Marruecos.

El asunto lleva años enturbiando la relación entre Marruecos, donde Skah fue un héroe nacional, y Noruega, cuyas autoridades han quebrantado los usos diplomáticos para defender a la diseñadora de interiores Anne Cecilie Hobscot. Hasta 2006 fue la esposa noruega del campeón marroquí, con el que tuvo dos hijos, Salma y Tarek.

Elegimos fugarnos", explicaron los hijos en la tele noruega. "No podíamos tener una vida normal

La pelea por los retoños, hoy día mayores de edad, ha provocado no solo una crisis diplomática entre Rabat y Oslo, sino también episodios a lo James Bond con la intervención de dos infantes de marina, excombatientes de Afganistán, durante sus vacaciones. Así, al parecer, no comprometían al Estado noruego.

Tras 16 años de matrimonio, Skah y Hobscot se divorciaron en 2006. La pareja vivía en Rabat, donde la noruega estaba a disgusto, y el tribunal marroquí que pronunció el divorcio concedió al padre la custodia de los hijos. Selma y Tarik tenían entonces 13 y 11 años, respectivamente. La madre regresó a su país.

Tres años después, en la noche del 18 de julio de 2009, los chavales subieron voluntariamente a un coche —el atleta asegura que entraron a buscarles en su casa del barrio del Agdal aprovechando su ausencia— que les condujo a la residencia del embajador de Noruega en Rabat, Bjørn Olav Blokhus. Fue, según Skah, el tercer intento de arrebatarle a sus hijos, pero el primero que tuvo éxito.

Meses antes, Selma y Tarik habían contactado a escondidas con su madre para pedirle que les “librara” de su padre. “Nosotros elegimos huir”, explicó Tarik en 2010, cuando aún era menor de edad, ante las cámaras de la televisión noruega. “No podíamos tener una vida normal; no se nos dejaba ir a la escuela”, añadió Selma. Skah sostiene que se “manipula” a sus hijos y se queja en la televisión marroquí de que lleva “cuatro años sin verles”.

El primer intento de quitárselos se produjo, según Skah, a las puertas del colegio en octubre de 2008. Hobscot debió de empezar poco antes sus preparativos para sacar a sus hijos de Marruecos al tiempo que solicitaba a la justicia noruega que le concediese la custodia de los niños.

Cuando por fin la consiguió, denunció a su exmarido ante los tribunales noruegos por secuestro, violencia doméstica, etcétera. De ahí partió la orden internacional de detención contra Skah, que posee la nacionalidad noruega, con vistas a extraditarle.

Dos soldados noruegos recogieron y trasladaron a Selma y Tarik a Málaga desde Alhucemas

Selma y Tarik permanecieron tres días, en julio de 2009, escondidos en la residencia diplomática. Provistos ya de pasaportes noruegos, Blokhus les entregó después a “una persona de confianza designada por su madre”, quien acabó, a su vez, poniéndoles en manos de un par de miembros de las fuerzas especiales noruegas. Les condujeron hasta una cala cerca de Alhucemas, donde les esperaba una lancha rápida que les trasladó a Málaga.

“De regreso de Afganistán, un comando noruego ha secuestrado ilegalmente a mis hijos”, se apresuró en denunciar Skah. “De sopetón estoy en guerra contra todo un Estado”, añadió. “Me pregunto si estuve casado con una ciudadana noruega o con el Estado noruego” que tanto empeño puso en ayudar a Hobscot.

“Los dos niños acudieron voluntariamente a la Embajada de Noruega al estar amenazada su vida”, reconoció seis meses después el ministro noruego de Asuntos Exteriores, Jonas Gahr Støre, para justificar su acogida en la residencia inviolable del embajador. “No desempeñamos ningún papel en su fuga”, precisó. “Se trató de una iniciativa particular organizada por su madre pese a nuestros consejos”, concluyó.

“Particular”, pero con la participación de dos soldados de élite. Grete Faremo, la ministra de Defensa noruega, reconoció ante el Parlamento que la colaboración de los militares era “inaceptable”, pero insistió hasta la saciedad en que en esas fechas de julio ambos estaban de vacaciones. No les sancionó.

Marruecos protestó. Su primer ministro, Abbas el Fassi, denunció la “implicación de la Embajada de Noruega en la salida ilegal del territorio nacional” recurriendo para ello “a redes mafiosas y a prácticas fraudulentas utilizadas por las tramas de la inmigración clandestina y de tráficos ilícitos”. Dejó así caer que para atracar la lancha en una cala cerca de Alhucemas tuvo que echar mano de cómplices locales.

Otra prueba de la intervención de la diplomacia noruega fue, a ojos de Rabat, que después de la exfiltración de los niños se produjo “la marcha precipitada del embajador Blokhus (…) y de Stein Haugen, agregado de policía” en la Embajada. Skah y sus amigos habían amenazado públicamente al embajador y a los demás funcionarios noruegos por lo que Oslo debió considerar prudente sacarles de Marruecos.

Noruega reaccionó a estas intimidaciones. Una vez en Oslo, Blokhus denunció al atleta por amenazas. A las acusaciones de la madre se añadieron las del exembajador. Todas ellas figuran en la orden de detención lanzada por la policía noruega y diligentemente ejecutada por la francesa.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_