Chapuzón de arquitectura moderna
Durante décadas, la casa Farnsworth de Mies van der Rohe en Plano, Illinois -una vivienda en la que su dueña, que le dio nombre, no logró adaptarse para vivir-, fue la favorita de muchos arquitectos. La huella de ese pabellón de cristal está en esta piscina cubierta construida en Calo, en La Coruña. Pero son más los proyectistas modernos que parecen haber admirado sus autores, el estudio gallego Picnic formado por Lia y Diego Lareo.
Diego Lareo no habla de Mies van der Rohe, ni de Philip Johnson. Tampoco de los árboles que hicieron que el noruego Sverre Fehn agujereara la cubierta del pabellón de los países nórdicos en los jardines de la Bienal de Venecia. Como si lo diera por hecho, Lareo habla, en cambio, de un entorno privilegiado que se traduce en robles y pinos altos y viejos aunque la finca ardió hace 25 años y solo sobrevivieron los árboles más fuertes. En el monte ahora también hay tullas, arces, camelias y hasta gingkos que llegaron tras el fuego. Lareo habla de interferir lo mínimo en ese entorno.
La piscina es, así, más un pabellón que una pileta. Busca no molestar, y lo hace de una manera clásica: con el vidrio enmarcando el lugar. La intervención quiere ser mínima, dar un paso atrás y ceder el protagonismo al paisaje. Por eso, para experimentar el lugar incluso dentro del agua, los arquitectos pintaron el acero estructural - laminado en caliente- para que tuviera el mismo tono castaño que los troncos de los árboles y no fuera tan caro como el acero cortén.
La elección sigue a raja tabla el recetario moderno: confundir interior y exterior, hablar desde la estructura, limpiar de ornamentos las intervenciones y producir, en la medida de lo posible, desde la industria.
A esa receta, los arquitectos añaden madera de Ipé, cercana también al tono de los troncos y preparada para durar y sumar calidez al pabellón.
El pabellón amplía una vivienda y es, a la vez, un edificio independiente. “No trata de ser solo un lugar en el que poder nadar y refrescarse, quiere ser además, un lugar en el que poder disfrutar de un aperitivo o un libro bajo la sombra de los robles en las calurosas tardes de verano”, explican los arquitectos. Un cobijo de vidrio para disfrutar de la naturaleza. Puede que La Coruña sea el lugar donde eso tenga todo el sentido.
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