Tauromaquia nacional
Si don Francisco de Goya viviera estos tiempos, posiblemente, pasaría la frontera de los Pirineos para eludir tantos y tantos pases de pecho, el toreo de la clase política a todos los ciudadanos del país. No me extraña que se pretenda que la fiesta nacional sea declarada Patrimonio Nacional, llevamos en la sangre el engaño. Embolados y constreñidos por la soga nos hacen cabecear cuando el fuego y la debacle nos quema las cejas. Nos abren el burladero con la pretensión de que tenemos un futuro, pero la realidad es muy distinta, un monstruo blindado nos alancea en la testud confiando en que el dolor sea más liviano; demos gracias, señores.
Perdemos sangre, las fuerzas, y, tras tanto mareo muleteril de la justicia, los banqueros, los ricos, los políticos, el Gobierno y todo dios, quedamos para el arrastre. Y encima, nos jalean porque hemos cumplido; nos cortan el rabo y las orejas porque han hecho una faena de enjundia. No sé, ya no me extraña, como dicen los taurinos, que se pierda hasta la casta. ¡Pueblo!— Pedro Benito Somalo.
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