¿Quién se anima a procrear?
Desde el inicio de la crisis en 2008 la natalidad se ha desplomado en España casi 13 puntos
De nuevo suena la voz de alarma: ¡La natalidad se desploma! ¡Los españoles, en peligro de extinción! Ciertamente, los datos del INE no ofrecen muchas dudas: desde 2008 la natalidad ha caído 13 puntos. ¿Tiene algo que ver la crisis con esta atonía procreadora? Probablemente, aunque solo sea porque cuando hay inseguridad, las mujeres tienden a retrasar la maternidad. Hasta ahora los ciclos depresivos eran cortos, de manera que acabada la crisis, aún estaban a tiempo de tener hijos, pero llevamos ya cinco años de recesión y los brotes no parecen tan verdes como para alumbrar optimismo.
Tener descendencia requiere un mínimo de fe en el futuro, pero ¿quién se anima a procrear entre un informe negativo del FMI y otro peor de la OCDE? ¿Cómo traer hijos al mundo si quienes han de hacerlo, los jóvenes, no tienen trabajo y los que lo tienen pueden perderlo en cualquier momento? Está claro que el clima económico influye. Pero cuidado. A la luz de la historia reciente, tampoco hay que sacar conclusiones precipitadas.
Es cierto que la tasa de fecundidad ha caído desde 2008 de 1,44 hijos por mujer a 1,32. Pero es que en plena euforia económica las españolas tampoco querían tener hijos. De hecho la tasa más baja se alcanzó en el periodo 2000-2004, con 1,23 hijos por mujer, cuando la tasa de reposición está en 2,1. Y si bien los 453.000 nacimientos registrados en 2012 están muy lejos de los 677.000 de 1975, la mayor depresión natalicia no se ha producido en esta crisis, sino en 1998, cuando apenas hubo 365.000 nacimientos.
También entonces salieron los demógrafos a alertar sobre el dramático envejecimiento de la población, y detrás de ellos, economistas y aseguradoras advirtiendo de que, como no se podrían mantener las pensiones, había que contratar seguros privados. Nadie previó entonces que en los años siguientes España iba a batir récords de crecimiento y de creación de empleo, y menos aún que llegarían cinco millones de inmigrantes que ayudarían a recuperar la natalidad. La cuestión, como se ve, no es solo la demografía. Es la economía. Si esta funciona y además hay un modelo social que permite conciliar el trabajo y la maternidad, la natalidad se recupera, como se ha recuperado en los países nórdicos.
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