_
_
_
_
_

Llamar a las escuelas por su nombre

Casi todos los dictadores han ido a la escuela. No hay cómo evitarlo.

Pocas veces puede predecirse que un niño, igual a tantos otros, llegará algún día a transformarse en un genocida, un violador de derechos humanos y un enemigo de la libertad. La cuestión debería poner en evidencia algunos límites de la supuesta capacidad redentora del saber. La educación sirve para liberar al mundo de la opresión. Pero no siempre parece desempeñar esta función con éxito. La permanencia en la escuela y los años de estudio no han evitado que niños angelicales se transformen, a la hora de gobernar sus países, en tiranos o despiadados asesinos.

¿Podrían haber sospechado los maestros del Colegio del Sagrado Corazón que ese niño pequeñito y aplicado, de nombre interminable y con tan poca cara de listo, sería algún día autoproclamado “Caudillo de España por la gracia de Dios”? En la escuela, Franco, era simplemente: Francisco Paulino Hermenegildo Téodulo Franco y Bahamonde Salgado Pardo de Andrade.

Cuesta imaginarse que el dictador Jorge Rafael Videla, algún día fue también niño y aprendió, en un aula y con el apoyo de una maestra, a silabear la palabra “vida”. O que un genocida de la magnitud de Augusto Pinochet haya tenido, alguna vez, un boletín escolar.

¿Se habrán preguntado los docentes de Alfredo Stroessner, Efraín Ríos Mont, Anastasio Somoza o Jean-Claude Duvallier, si podrían haber hecho algo para evitar que esos cándidos niños se transformaran en déspotas sanguinarios?

Recientemente, se conoció la noticia que Kim Jong-un, el caricaturesco y brutal dictador norcoreano, había estudiado con una identidad falsa (y varios kilos menos) en una escuela pública de Liebefeld, Suiza. Los sorprendidos e incrédulos docentes que lo tuvieron como alumno, lamentaban que no le quedara casi nada del espíritu tolerante y humanista que ellos transmitían en sus clases.

Los dictadores van a la escuela de niños y a veces también de grandes.

Los Estados Unidos han promovido y financiado desde mediados de los años 40, la Escuela de las Américas, un centro de formación militar, devenido en semillero de violadores del orden constitucional democrático en todo el Sur del continente. Si su fiesta de egresados se realizara en la Cárcel de Carabanchel, no alcanzarían las celdas para albergar a sus más distinguidos ex alumnos.

Como quiera que sea, aunque es inevitable que los dictadores vayan a la escuela, no lo es que las escuelas los homenajeen, llevando sus nombres.

El Dictador Franco (a la izquierda), junto a su hermano Nicolás.

Renombrar las escuelas

Pocos días atrás, la comunidad educativa del Colegio Normal de Santa Rosa, en la Provincia de La Pampa, Argentina, resolvió cambiar el nombre de la escuela. La decisión fue el resultado de una holgada votación, de la que participaron docentes, alumnos, directivos y no docentes. “Julio Argentino Roca” dejó lugar a “Clemente José Andrada”. Roca fue presidente y comandó la llamada “Campaña del Desierto”, uno de los principales hitos del genocidio sufrido por las comunidades indígenas en dicho país y que permitió consolidar las bases de una Argentina oligárquica cuyas marcas aún no han desaparecido. Clemente Andrada fue, simplemente, maestro y el primer director del Colegio Normal de Santa Rosa.

Recuperar las escuelas de la expropiación ética a la que han sido sometidas cuando fueron bautizadas con nombres de dictadores, nunca ha sido una tarea fácil. En algunas naciones, resulta aún una deuda pendiente.

El caso más emblemático es Brasil, país en el que una Comisión de la Verdad se ha instaurado casi tres décadas después del fin de la última dictadura militar. Existen allí centenas de escuelas públicas que llevan el nombre de alguno de los militares que presidieron el gobierno de facto entre 1964 y 1985: Humberto Castello Branco, Artur de Costa e Silva, Emílio Médici, Ernesto Geisel y João Batista Figueiredo. Nombres que también identifican calles, puentes, túneles y plazas. Fue recién hace pocos días que el alcalde de San Pablo, Fernando Haddad, promulgó una ley que permite el cambio de nombre de lugares públicos que presten homenaje a “autoridades que hayan cometido crímenes de lesa humanidad o hayan cometido graves violaciones de los derechos humanos”.

Uno de los actos más significativos para la eliminación de referencias y nombres de dictadores o hechos de la dictadura en espacios y edificios públicos, ha sido la Ley de Memoria Histórica de España. El mérito de la ley es indudable, aunque haya sido promulgada en el 2007; 32 años después que Arias Navarro anunciara, con voz quebradiza, la muerte del Generalísimo. Un año más tarde, apenas se había modificado el centenar de instituciones escolares que poseían nombres o referencias de la dictadura franquista. Un panorama que se ha ido modificando, a pesar de que aún existen escuelas cuyo nombre homenajea dictadores, como es el caso de Miguel Primo de Rivera.

Vale recordar que el Partido Popular no apoyó la Ley de Memoria Histórica y la combatió por diversos medios. Algo que no puede dejar de ser preocupante en una coyuntura marcada por un nuevo proyecto de reforma educativa que en nada oculta la herencia autoritaria del franquismo y su desprecio hacía todas las conquistas democráticas de la escuela pública española. Queda como consuelo la sospecha de que es altamente improbable que algún día un centro educativo sea bautizado con el nombre del Ministro José Ignacio Wert. 

En Argentina, han sido numerosos los esfuerzos por remover de las escuelas las marcas de las dictaduras que florecieron a lo largo de los últimos doscientos años. Entre ellos se destaca la Resolución 4726/08, que permitió que más de mil escuelas de la Provincia de Buenos Aires cambiaran de nombre, prohibiendo que las mismas tengan como referencia a “hombres o mujeres que hayan sido condenados por delitos de lesa humanidad, aun cuando se hubieren beneficiado con indulto o conmutación de la pena”.

La voluntad por despojar a la sociedad y a los espacios públicos de las reminiscencias dictatoriales, ganó un gran impulso durante el gobierno del presidente Néstor Kirchner. Sin lugar a dudas, una de los actos más recordados de su mandato fue cuando exigió que, en su presencia, y en medio de un acto realizado el mismo 24 de marzo de 2004, aniversario del golpe militar, fueran retirados de la galería de honor del Colegio Militar los retratos de los dictadores Jorge Rafael Videla y Reynaldo Bignone, ex directores de la institución. A diez meses de asumir la presidencia, Kirchner realizó un gesto que tuvo para el país un significado mucho más que simbólico, marcando la última década: ordenó al propio jefe del ejército, Teniente General Roberto Bendini, que descolgara los retratos. Dijo ese mismo día, al convertir en Museo de la Memoria a la Escuela de Mecánica de la Armada: “Las cosas hay que llamarlas por su nombre. Como Presidente de la Nación Argentina, vengo a pedir perdón de parte del Estado nacional por la vergüenza de haber callado durante 20 años de democracia tantas atrocidades. Hablemos claro: no es rencor ni odio lo nos guía y me guía. Es justicia y lucha contra la impunidad”.


El Presidente Néstor Kirchner ordena que sean removidos los retratos de dictadores del Colegio Militar (24 de marzo de 2004)

Que ninguna escuela lleve el nombre de quienes han violado los derechos humanos; quienes han hecho de la prepotencia autoritaria su forma de gobierno; quienes han cercenado la libertad, promoviendo la injusticia, la miseria y la exclusión. Que ninguna escuela niegue, con su nombre, el legado que debe entregar a las futuras generaciones: la posibilidad de imaginar y de construir un mundo más justo e igualitario, más solidario y fraterno. 

Llamar a las escuelas por su nombre, haciendo de la educación una oportunidad para inventar sueños de libertad y autonomía, de emancipación y justicia.

(Desde Río de Janeiro)

Comentarios

"La vida se abre camino" decían en una famosa película al descubrir que lo que habíamos planeado no sale como quisiéramos al enfrentarnos a la naturaleza. Es de agradecer que los gestos de los gobernantes también abran el camino a la democracia y a los derechos humanos, especialmente en el lugar donde debían ser el eje director, la escuela.Gracias por recordarnos que los inombrables fueron seres humanos, que, contradiciendo a Arendt, el mal no es banal, está a la vuelta de la esquina acurrucado en unas ideas, en unos grupos sociales, en unas inquinas no resueltas. No podemos aspirar a modelar el alma de cada ser humano, pero desaparecidos los símbolos que hacen referencia a los malvados, puede que estemos poniendo un tapón por donde se colará algún nuevo malvado, pero espero que haya de sufrir la persecución de su pueblo, uno que haya construido sus valores en los principios que insuflan los derechos humanos, y de la justicia.Gracias al autor por recordar que en este país también tenemos víctimas de los malvados y que es necesario extirpar su memoria y su nefando ejemplo para el futuro. Como decía un amigo, preferimos la insustancial Avenidad de Miguel Induráin a la "histórica", pero malvada, Avenida del Generalísimo.
Lo trágico resulta cuando cuando el cambio de nombre de los lugares públicos se debe a una política kitsch demagógico-populista o cuando directamente es producto de una utilización política de la historia. El segundo de los casos es totalmente inútil y peligroso. En el primero, el cambio de nombre en sí es justo, pero es un cambio que sirve para maquillar una mentira. Me permito citar al periodista Jorge Lanata, que dijo en referencia a la violacion de los derechos de los Qom por parte del gobierno Kirchner : "Esta bien todo eso de "pueblos originarios" pero prefiero que les digan indios de mierda pero que no los maten"
Un cuadro no se remueve, se retira. Se remueve el azucar en el café y a mi las entrañas cuando leo a pseudoperiodistas usando el español como si fuera una traducción del inglés.
Estimado/a Joan, el que debería revisar su español eres tu. La primera acepción que la Real Academia de la Lengua Española indica sobre el verbo "remover" es: "pasar o mudar algo de un lugar a otro". Eso es lo que está haciendo el militar que ves en la foto. (Imagino que no ha sido esto lo que te ha molestado, ¿no es así?). Puedes ahora seguir removiendo tu café con azúcar que, por cierto, escribiste sin acento. Un fraternal abrazo y espero tus agudos comentarios en la próxima nota, cuando te cures del malestar estomacal.
VIOLACIÒN A LOS DERECHOS HUMANOS, ES TAMBIEN SACARLES LAS TIERRAS A LOS PUEBLOS ORIGINARIOS DE UNA U OTRA MANERA Y QUE LOS GOBERNANTES DE TURNO NO LOS RECIBAN, TODO MUY BIEN CON LAS ESCUELAS POR SU NOMBRE PERO NO PARA UNA .UTILIZACIÒN POLÌTICA ESTOY TOTALMENTE DE ACUERDO CON EL TEMA TRATADO Y ME PARECE MUY IMPORTANTE, PERO CUANDO SE DICE LOS DERECHOS HUMANOS DE QUE DERECHOS?
Querido Pablo, muy buenas nota y reflexiones. Es cierto que los nombres marcan identidades, nada más conveniente entonces que una escuela no se denomine como un dictador tampoco como quienes deshonran a los pueblos y a su historia. Felizmente la Argentina es un ejemplo para el mundo en materia de defensa de los derechos humanos. Algo que en la escuela, (pese a intentos de algunas políticas que hacen bandera del olvido) también repercute y para bien. El año pasado dos escuelas santafesinas eligieron hacer honor a la memoria y llevar el nombre de víctimas de la dictadura. Una es una secundaria de un bariio humilde de Rosario, donde los estudiantes y sus profesores decidieron que su escuela (no tenía nombre) se llame "Sonia Beatriz González", en homenaje a una joven desaparecida en la última dictadura militar. Sonia tenía 18 años, era una delegada obrera de un frigorífico. Los militares se la llevaron de su casa una madrugada de 1977 y nunca más se supo de ella. La otra es una secundaria para adultos, de Cabín 9, al límite entre Rosario y la localidad de Pérez. También otra zona marcada por las necesidades más básicas. En este caso los jóvenes y adultos, decidieron que su escuela lleve el nombre de "Raúl García", otro joven que alfabetizaba en esa zona y fue asesinado en 1976 por fuerzas militares. Gracias a esa tarea de alfabetizar que hacía con otros compañeros, con el tiempo se creó una escuela, que hacía falta para ese barrio. Como verás estos nombres son logros de la democracia, logros de jóvenes cada vez más concientizados y comprometidos con la verdad, la memoria y la justicia.Y algo más, respecto del cuadro que Néstor Kirchner ordenó remover del Colegio Militar, a partir de esa escena hay una frase muy popular que describe lo que causó esa decisión: "Bajaste un cuadro, formaste miles", dice. Gracias Pablo por tu compromiso. Marcela
Nombrar es, en cierta forma, hacer realidad lo inexistente. Cuando lo existente y ya nombrado termina por arredrar, recordarlo grabado en el mármol de cualquier pared, de cualquier esquina, es masoquismo. Así pues, de acuerdo. Ya que no el olvido, siquiera la proscripción de su memoria escrita.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_