En el 24º aniversario de Tiananmen
Hace ya 24 años que se produjo lo más cercano a una revolución china de las libertades. Miles de estudiantes, trabajadores e intelectuales se concentraron en una plaza simbólica y fueron respetados por los militares y los viejos dirigentes hasta que se estableció la ley marcial y se ordenó su desalojo. Qué habrá sido de aquel hombre que pareciera pequeño pero que, simplemente, se plantó delante de una columna de tanques incapaces de avanzar más. Quién puede negar que la acción de un solo hombre marcó la historia. Muchas teorías de su suerte no conforman una sola conjetura cercana a la verdad.
Desde entonces, en la plaza ya no hay lugar para sentarse ni congregarse, los grupos y los individuos son rutinariamente monitoreados en una ciudad infestada de cámaras de seguridad y la policía escanea a todo el que quiere entrar en una plaza abierta pero vallada. No quieren ni la más remota posibilidad de que se repita ese tsunami que encogió el alma del mundo al ver que la pacífica protesta generaba un eco y un momento amenazador para el sistema chino. Las pancartas pidiendo libertad se han sustituido por enormes pantallas de vídeo que muestran el fascinante y colorido paisaje de la inmensa, desconocida pero atractiva China.— Luis Peraza Parga.
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