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El heredero echa fuego al petróleo de su padre

El oro negro hizo rico al magnate texano T. Boone Pickens Sigue en la brecha con un plan para que EEUU alcance la independencia energética Habituado a batirse en los negocios, ahora libra su más dura batalla en casa Un hijo exdrogadicto le acusa de graves abusos en su blog y él, de extorsionarle

Andrea Aguilar
Bloomberg (Patrick T. Fallon)

El giro que ha tomado en 2013 la vida de T. Boone Pickens parece parte de un enrevesado guion de Dallas, la serie televisiva que causaba sensación en los ochenta, la misma década en la que este magnate petrolero fundador de Mesa competía, entre otros, con los gigantes del sector como Gulf Oil, Unolocal y Pioneer. El pasado 29 de enero, Thomas Boone Pickens IV, su nieto de 21 años, estudiante de la Universidad Cristiana de Texas, aparecía muerto por sobredosis de heroína. Fue enterrado en el rancho familiar, una propiedad de 27,5 hectáreas. Ahora uno de los hijos del patriarca, Michael, de 58 años, tras pasar por varios programas de desintoxicación, le acusa directamente de abusos y le culpa de sus adicciones desde su blog (Five days in Connetticut) y su cuenta de Twitter. También carga contra el resto de los hermanos, a quienes tilda de ladrones y drogadictos. Uno de sus blancos de ataque es su hermano, el padre del joven recientemente fallecido, Tom Boone Pickens III, que hace frente a su vez a una demanda de negligencia y corrupción en la gestión de la compañía aeroespacial Astrotech.

Así que el patriarca Boone Pickens, apoyado por tres de sus hijos, ha presentado una demanda por cyberbullying o acoso cibernético ante la corte del distrito de Dallas para detener el chorreo de trapos sucios. Según su versión de los hechos, Michael intenta extorsionarle y sacarle 20 millones de dólares. Por si esto fuera poco, a sus 85 años, el multimillonario encara, tras un matrimonio de siete años, un divorcio con Madelaine, su cuarta esposa. Su fortuna también ha quedado considerablemente mermada en las estimaciones de la revista Forbes: en 2008 ascendía a 3.000 millones de dólares (2.300 millones de euros), y este año, a 1.200 millones.

Michael Pickens.
Michael Pickens.REUTERS

Casi treinta años atrás, Boone apareció retratado en la portada de la revista Time con cinco naipes en la mano —en cuyo reverso había pozos de petróleo— y una pila de fichas de casino. Corría el año 1985, y el titular le señalaba como un depredador corporativo, forjando la leyenda de este hombre hecho a sí mismo gracias al éxito en los negocios petroleros. Hoy T. Boone Pickens tampoco se amilana. A pesar de la dura primavera que ha pasado, tiene nueva novia y está formando un nuevo fondo de inversión. “Honestamente, tengo que ganar más dinero ahora mismo”, declaraba en mayo al periódico Tulsa World.

Su objetivo, más allá de resurgir de las aún multimillonarias cenizas y crisis familiares, es continuar su más que notable labor filantrópica. El magnate forma parte del exclusivo club impulsado por Warren Buffet y Bill Gates, el Giving Pledge, que propone donar al menos el 50% de lo que uno ha ganado en vida a instituciones públicas, educativas y culturales, así como a proyectos de investigación. Entre sus donaciones más cuantiosas se encuentran cerca de 160 millones de dólares a los equipos deportivos de la Universidad Estatal de Oklahoma y otros 100 millones a la rama académica de esta misma institución, su alma máter.

El ascenso a la fama no ha hecho olvidar a Boone sus orígenes, y su historia encaja como pocas con la fábula del sueño americano. Nacido en Holdenville (Oklahoma), el padre de T. Boone también trabajaba en el mundo del petróleo, pero a considerable menor escala, en operaciones de cesiones de pozos, lo que forzó el traslado de la familia a Texas cuando el futuro magnate era aún estudiante y ya había empezado a hacer sus pinitos como empresario repartiendo periódicos.

Michael Pickens acusa a su progenitor desde un blog de sus adiciones por haber sufrido abusos

Muchos años después, el millonario trasladó la humilde casa de madera donde creció a su fastuoso rancho, donde cuenta con un aeropuerto y un complejo sistema de lagos artificiales y cataratas. Una beca del equipo de baloncesto le llevó a las aulas de la Universidad A&M de Texas, que dejó un año después para estudiar Geología en la Universidad de Oklahoma y graduarse en 1951. Trabajó entonces para Phillips Petroleum y luego como prospector por libre, hasta que finalmente fundó Mesa Petroleum, el gigante del que acabaría perdiendo el control en los noventa. Fundó entonces BP Capital, un potente fondo de inversión (no confundir con British Petroleum).

Lleva escritos tres libros. El último se titula The first billion is the hardest (Los primeros mil millones son los más difíciles). Famoso por su estilo agresivo y sus opas, Boone Pickens apoyó a Bush y fue uno de los principales donantes en la campaña que acosó al entonces candidato John Kerry por su carrera como soldado.

A la vista de todo este historial, nada hacía prever que en 2008 el multimillonario presentara su Pickens Plan; un proyecto para que EE UU adquiera independencia energética, deje de depender del petróleo exterior y reduzca considerablemente su deuda. La propuesta, que ha captado la atención de la Administración de Obama, está a favor de la inversión en energías renovables y de la explotación de gas natural, cuya libre exportación Pickens defiende. También está a favor de las técnicas de fracturación para obtener minerales. No faltan las voces que claman que detrás del plan hay un interés económico claro por parte del magnate, el mayor accionista de Clean Energy, la principal empresa que transforma gas en combustible para coches. Pero lo cierto es que su defensa de la explotación, exportación y comercio del gas le ha llevado a plantar cara a los mismísimos Koch Brothers. T. Boone, qué duda cabe, no teme las batallas políticas o empresariales. Solo le queda mantenerse firme ante las familiares.

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Sobre la firma

Andrea Aguilar
Es periodista cultural. Licenciada en Historia y Políticas por la Universidad de Kent, fue becada por el Graduate School of Journalism de la Universidad de Columbia en Nueva York. Su trabajo, con un foco especial en el mundo literario, también ha aparecido en revistas como The Paris Review o The Reading Room Journal.

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