Encerrarse en una silla
Una productora de muebles sin clásicos es como una librería sin fondo que solo vende novedades. Los clásicos solo consiguen serlo cuando superan la prueba del tiempo. Recuperarlos significa asumir las lecciones y no dejar de enseñarlas. El mensaje de uno de los primeros (y escasos) diseños industriales realizados por Lina Bo Bardi es ese: una impagable contradicción.
Su butaca Bowl fue portada de la revista American Interiors en 1953 y ya entonces se entendió como lo que sigue siendo hoy: un asiento que no necesita perder la elegancia para remitir a otra forma de vida. La butaca semiesférica, apoyada en una sencilla estructura metálica de cuatro patas ofrecía (ofrece) una forma libre de sentarse, tumbarse y hasta encerrarse en un sillón. El protocolo había dejado paso a la comodidad, pero de la manera más formal del mundo.
La italiana Lina Bo Bardi ideó la silla nada más llegar a Brasil, en 1951, y lo hizo para amueblar su famosa vivienda, la casa de cristal de Sâo Paulo que, por ende, fue el primer proyecto que levantó en solitario. Más tarde Bo Bardi llegaría a renegar de esa incursión en la producción industrial, y hasta del componente abstracto de su propia vivienda, cuando decidió reivindicar la manufactura la artesanía y el contacto entre trabajador y producto en sus posteriores proyectos, intervenciones y diseños.
Recuperar esta pieza supone también recuperar esta historia: la de una joven Bo Bardi, recién salida del estudio de Gio Ponti y en cierto modo indecisa en la manera de contribuir al desarrollo industrial y cultural de un lugar que presintió que iba a convertirse en su país y donde se quedó hasta que murió en 1992. Este año la empresa Arper ha producido, con la autorización del Instituto Lina Bo Bardi, 500 piezas que recuperan del olvido la butaca que la arquitecta ideó para su casa de cristal y en la que uno puede encerrarse a leer o a pensar.
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