Los méritos de Gibraltar
En un país con más de seis millones de parados, que los equipos de Gibraltar puedan disputar la Liga Europa o la Liga de Campeones debería ser un asunto banal
Segundos después de que se confirmara la admisión de Gibraltar como miembro de pleno derecho de la UEFA ya estaban los patriotas de garrafa, extendidos por las cadenas digitales y las páginas más rancias del periodismo escrito, exhibiendo las heridas de la ofensa recibida y clamando (en el desierto) contra Michel Platini, presidente del fútbol europeo organizado. Al parecer, Gibraltar induce un reflejo pavloviano de injurias seculares y honor comprometido. En un país con más de seis millones de parados, que los equipos de Gibraltar puedan disputar la Liga Europa o la Liga de Campeones —en cambio, la colonia británica no podrá disputar el campeonato del mundo— debería ser un asunto banal en lugar de provocar una alergia virulenta e invocaciones al honor lacerado. No hay que enredarse en juegos de patriotas; Gibraltar ha entrado en la UEFA (“hay risas en las casitas de Gibraltar”, cantaban Los Mismos) porque Platini, un lince para según que cosas, necesita más socios en la organización para engordar presupuestos y más equipos de chicha y nabo para rellenar fases clasificatorias.
Los méritos de Gibraltar, además, son incuestionables. No tanto por su tenacidad (16 años de trámites para entrar en el selecto club del fútbol europeo), ni por su antigüedad (la federación gibraltareña se fundó en 1895), ni por la forzada deportividad de una liga débil, a medio camino entre las islas Feroe y Malta; es por la extrema facilidad de adaptación a los lugares comunes del fútbol continental o británico. Atención de dos pruebas de banalidad muy del gusto del discurso futbolístico dominante. “La estrella es todo el equipo”, analiza Gareth Latin, presidente de la Federación Gibraltareña. Y “no tenemos ni idea de lo que podían tener en contra [España y Bielorrusia, que votaron en contra de los intereses gibraltareños]”. ¿De verdad hay que explicárselo?
Este es el tipo de chatarra verbal que se cotiza en el zoco conceptual del fútbol. Cuanto más chato, impreciso y redundante el discurso, mejor. Para completar la maduración cósmica, el fútbol de Gibraltar necesita superar dos ordalías más: un presidente de club como Jesús Gil (que en paz descanse) y un entrenador como José Mourinho. ¡Ánimo, Gareth, todo es ponerse!
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