El G8 debe poner fin a los paraísos fiscales

Esta entrada ha sido escrita por Isabel Ortigosa (@isabelortigosa), Responsable de Incidencia de InspirAction
Performance de activistas durante una Cumbre del G8 en Japón. Foto:Emily Subden/Oxfam.
¿Qué tal si hoy recuperamos ese derecho a soñar que proclamaba Galeano? No cuesta nada, y cierta dosis de esperanza no viene mal en los tiempos que corren.
Imaginen por un momento: estamos a 20 de junio de 2013 y, dentro de aproximadamente un mes, David Cameron, impecablemente trajeado, inaugura la Cumbre del G8 en Fermanagh, Irlanda del Norte, frente a sus siete homólogos. En teoría los líderes más poderosos del mundo. Y lo primero que dice es: “Señoras, señores: ha llegado la hora de enfrentar el gran escándalo de nuestro tiempo. Hoy no estamos aquí para hablar de rescates a la banca ni de medidas de ajuste. Hoy, ahora, vamos a acometer la gran misión de nuestras vidas: acabar con la injusticia del HAMBRE. Basta de excusas, basta de miedos, basta de someternos a la presión de que nada cambie. Podemos hacerlo y vamos a hacerlo”. Tímidamente, algo desconcertados, los asistentes se miran entre sí, escrutan la cara de los otros siete grandes líderes. Algunos creen descubrir una tenue sonrisa en la cara de Angela Merkel. ¡Y no, no parece irónica! Obama, de pronto, levanta las manos y da una palmada, una sola. Un momento después, muchos empiezan a aplaudir, algunos se ponen en pie, y de repente, la sala es un estruendo de bravos y aplausos. Y el mundo empieza a cambiar.
Imaginar cuesta muy poquito… ¿Pero hacer un sueño como este realidad, cuánto costaría? ¿Es tan difícil como dicen? ¿Si el mundo produce suficiente, por qué algunos, uno de cada ocho para ser exactos, no tiene suficiente? ¿Cómo puede ser que cada 15 segundos muera un niño de hambre? En un mundo marcado por el progreso en otras áreas, el hambre y la desnutrición son el gran escándalo, el escándalo más silencioso e injusto de nuestros tiempos. Puede sonar dramático o alarmista, pero es real: en todo el mundo, incluido nuestro país, son muchos los que sufren buscando la manera de alimentar a sus hijos. La única parte buena es que las causas cada vez están más claras. Por lo tanto, podemos cambiarlas.
Los líderes del G8 se reunirán dentro de un mes en Irlanda del Norte. Las decisiones que tomen tienen el poder de cambiar las vidas de millones de estos padres que luchan cada día por sacar adelante a sus familias. Porque el hambre no es un problema de producción. No se trata de un desafío técnico, ni siquiera financiero. Es un desafío político.
Por supuesto, nos enfrentamos a un problema multidimensional, en el que habrá que abordar aspectos tan diversos como por ejemplo la especulación en los mercados de materias primas, el modelo de producción industrial, el cambio climático o el acaparamiento de tierras. Desde InspirAction, reconociendo que todos ellos resultan cruciales, insistimos en que hay algo que no se nos puede olvidar: cada año, los países en desarrollo pierden más de 160.000 millones de dólares en impuestos que multinacionales y grandes fortunas no llegan a pagar en sus territorios. No se trata de una fatalidad sin remedio: un sistema fiscal justo podría garantizar la existencia de los servicios sociales públicos necesarios para que su población viva de manera saludable y compre y produzca los alimentos que necesitan.
Por ello, en la Campaña G8, va en serio, InspirAction solicita al G8 que tome medidas efectivas y contundentes contra los paraísos fiscales y que ponga en marcha una Convención sobre Transparencia Fiscal para evitar que miles de millones de euros que podrían ser empleados en la lucha contra el hambre escapen de los países en desarrollo.
¿Imaginan las consecuencias de algo así? ¿No sería hermoso, un mundo donde no les tocase pagar siempre más a los más pobres?
Dejemos de imaginar, y empecemos a exigir. Queremos y necesitamos un cambio, hoy, ahora.
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