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EL DEBUT

El diablo viste a su hija de corrección

A sus 25 años, Bee Shaffer, hija de Anna Wintour, parece huir de la notoriedad de su madre Sus escasas apariciones, como la de la gala del Met del lunes, alimentan expectativas hacia su perfil como 'socialite'

Tom C. Avendaño
Anna Wintour junto a su hija, Bee Shaffer, en la inauguración de la exposición 'Punk: chaos to couture' en el Metropolitan de Nueva York.
Anna Wintour junto a su hija, Bee Shaffer, en la inauguración de la exposición 'Punk: chaos to couture' en el Metropolitan de Nueva York.Dimitrios Kambouris (AFP)

¿Quién llama a una niña Bee?

La hija de Anna Wintour se llama Bee porque de pequeña no podía pronunciar su nombre real, Katherine, pero sí decir la silaba bi. Y así se quedó. Es posible que detrás de aquella concesión se esconda una recóndita teoría sobre psicología infantil: el padre que la toleró es David Shaffer, hoy responsable de tal área en el hospital presbiteriano de Nueva York. Pero, sobre todo, es importante porque es hija de la responsable de uno de los medios que más fascinación suscitan en el mundo. Ser hija de la temida directora de Vogue tiene un potente efecto secundario: todo lo que hace quien ostente su linaje resulta importante, independientemente de que lo sea o no. Bee lo sabe, ha jugado con ello y ha defraudado.

¿Cómo puede ser famosa, si no es famosa?

La semana pasada asistió junto a Wintour a la gala anual que esta preside en el Met neoyorquino. Su foto en la alfombra roja fue una de las más comentadas. Y, en realidad, era una de las que menos daban que comentar: la estupenda chica de 25 años posó con suma corrección junto a mamá y siguió a otra cosa. Los titulares se hicieron igual, solo que más huecos. El potencial fascinador volvió a azotarla y ella volvió a dar menos de lo esperado. Su descafeinado look para la ocasión (al igual que el de su madre, todo sea dicho) se alejó de la etiqueta punk que requería la exposición ídem que se inauguraba esa velada. Quizá un síntoma más de su perfil bajo, o quizá una decisión premeditada por evitar el protagonismo.

¿Por qué los medios no han aprendido a ignorarla?

Si Shaffer lleva toda la vida sin dar que hablar, al menos cuando era más joven parecía ir encaminada a remediar esa situación: entre los 18 y los 20 años escribió una columna de moda para The Daily Telegraph. Fue becaria para la revista New York. Luego cambió el rumbo. Se centró en las artes escénicas, fue becaria en la compañía cinematográfica de los hermanos Weinstein, y después, ayudante del presidente de la mastodóntica web de comedia CollegeHumor. Menos glamuroso, sí, pero no importa.

Los medios aún podían seguir su vida sentimental: su relación con Jake Hurwitz, guionista de esa web. Entonces lo dejaron. Nunca Bee había sido tan poco Bee como desde entonces. Ni un paso hacia la fama ni a alimentar el culto a su madre. Nada, hasta que se puso denuvo con su madre ante un objetivo hace unos pocos días. Podría ser su última fotografía como famosa en ciernes que nunca cuajó. O, quizá, la primera que se tomó durante su exilio voluntario para hacer méritos y ser famosa por derecho propio.

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Sobre la firma

Tom C. Avendaño
Subdirector de la revista ICON. Publica en EL PAÍS desde 2010, cuando escribió, además de en el diario, en EL PAÍS SEMANAL o El Viajero, antes de formar parte del equipo fundador de ICON. Trabajó tres años en la redacción de EL PAÍS Brasil y, al volver a España, se incorporó a la sección de Cultura como responsable del área de Televisión.

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