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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Política constructiva

Más del 40% de los españoles se declara abstencionista o no sabe a quién votar

El debate convocado para mañana en el Congreso de los Diputados debería representar el punto de inflexión que la sociedad necesita imperiosamente, si los políticos no quieren arrastrar el sistema constitucional hacia un descrédito irrecuperable. Convocados por una institución mal valorada por la ciudadanía, como es el Congreso de los Diputados, otras instituciones también en horas bajas —el Gobierno, los partidos políticos— pueden enfangarse en la enésima ristra de vaguedades, ataques mutuos y lanzamiento de puñados de polvo a los ojos como lo vienen haciendo; pero sería mucho mejor que se dedicaran a argumentar seriamente sobre las condiciones mínimas para remontar un cuadro de perspectivas económicas tan negro como el anunciado después del Consejo de Ministros del pasado 26 de abril.

El debate de mañana llega en un contexto de malestar, desbandada política y miedo al futuro, observados por Metroscopia y otras empresas privadas de sondeos desde hace meses, y corroborados por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) en el estudio entregado la semana pasada. Más del 40% de los españoles se siente ajeno al proceso electoral, entre abstencionistas decididos y personas que no saben a quién votar. Y la ciudadanía, harta de lo que ha conocido como poder constituido durante decenios, pierde confianza en el Partido Popular y en el Ejecutivo, sin que el PSOE recupere el crédito destruido durante la gestión del Gobierno de Zapatero. Las pérdidas del PP y del PSOE se alimentan de una gran bolsa de descontento social, y una corriente de voto anti-PP procede aparentemente de los abstencionistas del otoño de 2011. A su vez, las bases electorales del PSOE dan muestras de impaciencia o radicalización.

Editoriales anteriores

De ahí la sensación de que la alternancia bipartidista en el poder del Estado está llegando al final de su ciclo, aunque todavía es imposible determinar si se trata de un hecho irreversible. Los partidos medianos (IU, UPyD) penetran por esa brecha y el sistema político se encamina hacia la fragmentación parlamentaria, con los riesgos de gobernabilidad que hemos visto en Italia o, sin ir más lejos, en Cataluña, donde solo una oferta más o menos ilusoria de soberanismo sostiene a CiU, pieza fundamental del sistema desde la Transición, que está perdiendo apoyos a favor del independentismo.

Este es el contexto en que el Gobierno comunicó sus negras perspectivas, que podrían haber tomado aires de una operación verdad respecto a la realidad de nuestra situación; siempre que a eso le hubieran seguido muchas explicaciones y un discurso de sangre, sudor y lágrimas por parte de Rajoy y su equipo, así como una negociación del reparto de esfuerzos o de las condiciones para superar los bloqueos del presente. Esta segunda parte ha faltado por completo. Mañana veremos si los líderes son capaces de reorientar la política en un sentido más constructivo.

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