Tamarismo para los que pasan hambre
Un juez ha declarado improcedente el despido de una dependienta de pescadería del Hipercor por comerse el género. La mujer no pudo resistir la tentación de zamparse cinco cigalitas cocidas
Es una absoluta imprudencia comentarlo en público, pero debo confesar que estoy viviendo momentos muy Tamara Falcó. Tamara pos-subidón religioso y pos-Biblia bajada en el iPad, aclaro, nada de frivolidades. No es que haya pensado de repente que “el Papa es la pera”, ni que “es austero porque es franciscano y tal”, como dijo la hija de Isabel Preysler en una reciente pero histórica entrevista en Lecturas. Ha sido una conexión más profunda con los valores de solidaridad con los necesitados y los que sufren que esta gran mujer representa.
Me he dado cuenta de que vivimos en una sociedad cruel que no siente ningún tipo de piedad por los que pasan hambre. Miren a Juanma, el concursante expulsado de Masterchef la semana pasada. Yo tenía muchas esperanzas puestas en este teleco metido a vendedor de cerveza, que una vez metido en el berenjenal del programa, había tomado la sensata actitud zen de pasar absolutamente de todo. Pero en una de las pruebas le entró el gusanillo y empezó a comerse el queso que le habían dado para cocinar. El jurado, que es como la sala de lo gastronómico del Santo Oficio, lo expulsó de manera fulminante. Todo por un picoteo inocente.
Días después supe de un caso parecido. Un juez ha declarado improcedente el despido de Luisa María R.P., una dependienta de la pescadería del Hipercor de Jerez de la Frontera a la que echaron en 2012 por comerse el género. La mujer debía de tener un agujero en el estómago y no pudo resistir la tentación de zamparse cinco cigalitas cocidas, con la mala suerte de que las cámaras de seguridad captaron el atracón. Según su abogado, catar el marisco para comprobar su punto de cocción “es algo normal”. No sé yo si es tan normal bajarse un ración entera, pero en cualquier caso, simpatizo tanto con ella como con Juanma.
“No dirías lo mismo si tú fueras el dueño del supermercado o el chef”, estarán pensando. Pues sí lo diría, porque viví una experiencia similar como empleador y fui comprensivo. Una mujer que venía a limpiar mi casa también sufría munchies y saqueaba mi nevera. Era una asistenta bastante gourmet, porque no se tomaba los yogures del Dia sino el jamón y las trufas de chocolate. Pero nunca le dije nada, porque a mí también se me nubla la razón cuando padezco un súbito arrebato devorador. Por eso reclamo un poco de comprensión tamaro-cristiana: hay horas del día en que arramplar con lo primero que pillas no debería ser delito.
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