El mar en el salón en la Venecia gallega
FOTOS: Santos Diez/Bisimages
En las Rías Altas gallegas, en la margen norte de la ría de Ares, está Redes, un municipio que apenas ha cambiado en 100 años. Sus casas mantienen una relación tan estrecha con el agua que el pueblo, que creció a principios del siglo XX y todavía conserva su traza original, se conoce como la Venecia gallega.
Una de las calles nuevas, la Rúa Nova trazada en los años cuarenta, está salpicada de bodegas y viviendas. Entre estas, los arquitectos del estudio Díaz y Díaz transformaron dos contiguas que solo pierden su simetría para adaptarse a la leve curva de la calle.
El mar se cuela hasta el salón de las casas, en el primer piso, en una rehabilitación que renueva la calle y, sin embargo, mantiene el espíritu del pueblo. La teja curva, el mortero blanco y la madera –de iroko en el exterior y contrachapada en el interior de las jambas- actualizan la tradición de la villa y aprovechan sus fragmentos (el muro medianero de piedra original) para apuntalar el futuro.
Una escalera central cose las tres plantas de la casa y, a la vez, se va aligerando a medida que asciende. Así, los peldaños macizos de roble –que ocultan un armario en la planta baja- desaparecen un piso más arriba. Esta vez no se camuflan, al contrario, casi se desvanecen: metálicos, leves y blancos, dejan pasar la luz.
La casa se abraza al mar con el gran ventanal simétrico que abre sus dos alas en la primera planta. Esos brazos abiertos son ojos: dos grandes miradores que contrastan con la escalera que desciende en la calle pegada a la pared para no molestar.
Los arquitectos describen la tranquilidad de la vida en el pueblo: “Casi desde el portal se puede tirar de un cabo para acercar la doma”. Con esa embarcación se mueven por la ría. En el interior de la vivienda, la chimenea metálica es de Miguel Milá y las sillas menorquinas, con respaldo y asiento de lona, otro clásico, esta vez anónimo. El sistema para colgar cuadros y las mesas fueron ideados por los propios arquitectos. También los sofás, alejados de los ventanales pero volcados a la vista sobre la ría para sentarse a ver cómo el agua parece llegar hasta la casa. Así, la casa disfruta de disfrutes legendarios con una comodidad nueva y con una claridad mayor. Lo más importante lo puede indicar la arquitectura casi siempre sin gritar.
Babelia
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