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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Napolitano al rescate

La reelección del anciano presidente evidencia el agotamiento del sistema político italiano

A sus 87 años, el presidente de Italia, Giorgio Napolitano, ha tenido que posponer su ansiada retirada, prevista para el 15 de mayo, para rescatar al país de la parálisis política. Hasta él llegaron ayer en peregrinación Pier Luigi Bersani, Silvio Berlusconi y Mario Monti, en representación de las fuerzas de centroizquierda y centroderecha, para rogarle que retrasara su salida y prestara un nuevo servicio a la patria. Horas después, el veterano jurista anunciaba su candidatura “como un deber” y lograba el apoyo mayoritario de un Parlamento que no solo no ha logrado formar Gobierno sino que, hasta entonces, y después de cinco votaciones, tampoco había sido capaz de escoger a un nuevo jefe de Estado.

No se equivocaban quienes calificaron de “pesadilla” el resultado de las elecciones legislativas de febrero. La ajustada victoria del Partido Democrático de Bersani (PD, centroizquierda), la fragmentación del Senado en tres bloques que se neutralizan y las luchas partidistas se conjuraron para impedir la gobernabilidad. La reelección del presidente, inédita en la historia italiana, garantiza un mínimo de estabilidad, pero no se sabe por cuánto tiempo. En manos de Napolitano queda ahora la decisión de convocar nuevas elecciones. El mandatario nunca fue partidario de disolver el Parlamento, convencido de que unos nuevos comicios no arrojarían un resultado diferente o, por lo menos, concluyente, lo que agravaría la crisis. Sin embargo, sus esfuerzos por impulsar un acuerdo amplio habían chocado con la irresponsabilidad de los propios partidos.

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Ahora tiene una baza a su favor. Si bien asegura que no ha puesto condiciones para permanecer en el cargo, cabe esperarse que su gesto encuentre, en los líderes políticos, una respuesta de altura: es decir, la formación de un Gobierno de consenso que al menos emprenda las reformas más urgentes (empezando por la ley electoral) y haga frente a la crítica situación económica del país.

El regreso de Napolitano es un síntoma claro de la necesidad de renovación del sistema político italiano. Pero parece dudoso que la regeneración pase por la estrategia obstruccionista de Beppe Grillo, que ha contribuido al hundimiento de Bersani y ha dado oxígeno a Berlusconi. Su denuncia de la reelección de Napolitano como un “golpe de Estado” empieza a situarlo fuera de la realidad.

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