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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El guardia de la información

Ruedas de prensa sin preguntas, pantalla de plasma y, ahora, Ignacio González

SOLEDAD CALÉS

En este país proliferan desde las conferencias de prensa en las que no se admiten preguntas hasta la emisión de mensajes sobre asuntos públicos a través de una pantalla de plasma, como suele hacer el jefe del Gobierno. A estos pésimos hábitos hay que sumar los comentarios del presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, contrario a la publicación de fotografías que hagan daño o puedan perjudicar a personas e instituciones. Los hizo ayer en una tertulia de radio en la que le preguntaron por las imágenes difundidas por este periódico de Alberto Núñez Feijóo con el contrabandista Marcial Dorado, que cumple condena por narcotráfico.

Para González, una antigua relación de Feijóo con Dorado “no aporta nada” desde el punto de vista de la legalidad y de su actividad pública, y la foto le produce un daño que nada tiene que ver con sus responsabilidades políticas. De ahí infiere que hay que “establecer un límite en estas cosas”.

Por descontado, la libertad de información no ampara la comisión de delitos y los tribunales se ocupan de tratar las violaciones a ese límite. Pero publicar unas fotografías cuya veracidad no pone en duda ni su protagonista no solo es legal, sino que forma parte de la libre circulación de informaciones propia de una democracia. Ni siquiera sobre hechos terroristas se aceptó en este país el cercenamiento de los derechos fundamentales a la libertad de expresión y de información; y ahora aparece un barón del PP insinuando que una foto de un político con un contrabandista no se puede publicar porque fue tomada 15 o 20 años atrás y resulta molesta al fotografiado y a sus correligionarios.

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Si el presidente madrileño hubiera sugerido (no parece ser el caso) que el poder político tiene derecho a erigirse en guardia de tráfico de la libertad informativa, habría que ponerse serios. Pero si simplemente alberga una vocación secreta de director de periódico —horas después matizó que solo se trata de “ser cuidadoso” con lo que se publica— eso puede tener arreglo. Ocúpese de un medio y aplique ahí sus teorías. Y bienvenido a la profesión.

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