Firmeza ante los abusos
La actitud del obispado de Mallorca revela un cambio en la forma de afrontar la pederastia
La actuación del obispo de Mallorca, Javier Salinas, en el caso del sacerdote acusado de abusar de varias menores mientras ejercía como párroco de Can Picafort y vicario de Pollença, revela, al menos en este caso, un cambio en la actitud de la jerarquía eclesiástica en relación a las acusaciones de pederastia. El ocultamiento de los casos y hasta el encubrimiento por parte de obispos y cardenales de estas prácticas mientras seguían produciéndose ha erosionado gravemente la confianza en la Iglesia católica. También en Mallorca se produjo ese encubrimiento, pues un joven catequista había advertido de los abusos del sacerdote a una menor ya en 1998, pero la única reacción que obtuvo fue una invitación a olvidar lo que había visto. El sacerdote siguió ejerciendo sin problemas hasta que en 2011 el catequista reveló el caso en un programa de televisión.
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Como en muchos otros casos, las víctimas solo se han atrevido a revelar los abusos años después de ocurridos los hechos. Tres mujeres han presentado denuncia por los abusos y violaciones que sufrieron siendo menores y el obispado ha actuado en este caso con celeridad. El Tribunal Eclesiástico ha expulsado al sacerdote, que afronta además una imputación penal. Pero el obispo ha tenido que salir personalmente al paso, mediante un escrito en su blog, de los apoyos que estaba recibiendo el cura por parte de otros sacerdotes. Estos apoyos y los argumentos utilizados muestran lo lejos que está una parte de la Iglesia de admitir la gravedad de los hechos y ser consciente del daño que estos causan. Algunos estiman desproporcionada la expulsión y uno de los sacerdotes, en lugar de compadecer a las víctimas y reprobar los abusos, se ha permitido verter dudas sobre una de las denunciantes con juicios morales sobre su vida sentimental siendo adulta.
Si alguna posibilidad tiene la Iglesia de recuperar la confianza perdida es reconocer los hechos. Así lo entendió el papa Benedicto XVI al pedir perdón y promover una nueva actitud de tolerancia cero ante los abusos. La Iglesia debe actuar con transparencia, apartar a los implicados de todo oficio pastoral, pedir perdón a las víctimas y colaborar con la justicia, porque además de una falta interna muy grave, los abusos son un delito que debe ser llevado ante los tribunales. La Iglesia tiene un deber moral, no solo ante sus propios miembros, sino ante toda la sociedad.
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