Un arquitecto metido a arqueólogo (y a antropólogo)
O un ciudadano dispuesto a tomarle el pulso al pasado y el presente de su ciudad. Ricardo Aroca (Murcia, 1940), antiguo director de la ETSAM, aceptó el encargo de contar La historia secreta de Madrid (Espasa). Y ha contado, en realidad, “algunas claves de Madrid”, puntualiza él. Aroca ha escrito el libro “no tanto para explicar esa historia como para aprenderla”, apostilla en el prólogo el ministro y exalcalde, Alberto Ruiz Gallardón. Así, en esa historia con claves, los personajes y los edificios elegidos por el arquitecto cuentan secretos. Pero es él quien marca los subrayados. Y los juicios.
Así, al Madrid actual de la “arquitectura financiera”, que trata de producir en lugar de construir, contrapone el de los monarcas ilustrados, como Carlos III, que sí supieron elegir a los mejores arquitectos (Juan de Villanueva o Ventura Rodríguez).
Más allá de informaciones que revelan cómo se erró en la ubicación del aeropuerto de Barajas en una zona junto al río Jarama “propensa a la formación de nieblas” o cómo la salida de humos de las primeras locomotoras de vapor obligaba a ventilar los túneles del metro mediante huecos disimulados con falsas fachadas de casas, el libro está plagado de:
Anécdotas: “Hasta mediados de los años cincuenta había muy pocos automóviles, que para compensar su escaso número hacían sonar constantemente el claxon”.
Ironía: “A principios de los sesenta un bando municipal motejado como la “ley del silencio” que tardó en ser acatado, restaría pintoresquismo a la ciudad.
“La Vespa fue, como casi todo en aquellos años, acogida con un chiste: ‘No sé si comprarme una Vespa o ponerle manillar al retrete’”.
Juicios: “Ninguna de las torres [de la Castellana] pasará a la historia de los rascacielos. Ni siquiera la firmada por Norman Foster”.
“La relevante intervención de las asociaciones de vecinos tradujo (20.000 viviendas de promoción pública levantadas en los ochenta) en una arquitectura mucho más convencional que la de los cincuenta y sesenta, pero también más habitable”.
Críticas: “La construcción de una cosa llamada ‘Caja Mágica’, en un apartado lugar río abajo, con una tapadera que se mueve iba a servir para todo, que es lo que más se asemeja a no servir para nada, lo que, al parecer, está pasando, pero eso sí, con un elevadísimo coste de mantenimiento”.
Y opiniones (alguna, una, cuestionable) como la preocupación por la imagen de la ciudad al hablar de las chabolas que retrataron un problema: “La cara negativa del auge económico de los 70 fue el chabolismo. Miles de chabolas crecen como setas en los alrededores de Madrid, en algunos casos junto a las vías de acceso, dando mala imagen a la ciudad”.
Madrid es todo eso y Aroca ha sabido verlo.
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