De Bamako a Madrid con lo puesto
Autor invitado: Ángel Gonzalo, periodista
Campamento de entrenamiento de las milicias armadas en Mopti.© Amnistía Internacional
Saloum Traoré pasea en estos momentos por las calles de Bamako, la capital de Malí. Se encuentra bien junto a su familia. Ya no necesita mirar hacia atrás cada pocos metros ni pedirle a sus amigos que le escondan. Esta noche dormirá en su propia casa. Me lo confirma por email.
Hace poco más de un mes esto era imposible. El pasado 1 de febrero Amnistía Internacional dio una rueda de prensa en Bamako para valorar la situación de derechos humanos tras el conflicto iniciado en enero.
Saloum Traoré participó en ella porque fue miembro de la delegación de la organización que viajó previamente a las ciudades de Ségou, Sévaré, Niono, Konna y Diabaly para investigar sobre el terreno.
Traoré es un veterano profesor de inglés -ejerció de 1982 a 2007- y director desde 1997 de la oficina de Malí de Amnistía Internacional. Nació en 1954 en Mankalagoungou, cerca de Tombuctú, al norte del país.
Su intervención en la rueda de prensa no pasó desapercibida entre sus compatriotas “y desde ese mismo día, a través de Facebook empezaron a llegarme amenazas”. La información sobre lo que ocurre en Malí es difícil de obtener. Las tropas francesas y el ejército no ponen muchas facilidades. Digamos que los testigos son siempre incómodos.
Además, señaló que existen datos que indican que al menos cinco civiles, tres de ellos niños, murieron en un ataque aéreo realizado en el marco de una operación conjunta de tropas francesas y malienses para detener la ofensiva de grupos islamistas.
La población, como siempre ocurre en los conflictos, está amenazada por todas las partes. “Hemos denunciado que en Konna, Sévaré, Ségou y otros lugares se han producido muchos abusos y violaciones de derechos humanos. Los grupos islamistas han matado, torturado y cometido muchas atrocidades. También han disparado a algunos soldados cuando ya se habían rendido. Y han usado niños soldado en sus operaciones. Esto es muy grave y está prohibido por la legislación internacional. El lugar de los niños es la escuela. No deben coger las armas. También hemos alertado de las violaciones de derechos humanos cometidas por militares y funcionarios de la administración de Malí, a veces contra personas que nada tenían que ver con los islamistas radicales o grupos de tuaregs levantados en armas. Deberían trasladar a las personas detenidas a Bamako para ser juzgadas, pero muchas han sido ajusticiadas en el norte, sin juicio justo. Las condiciones de reclusión en las prisiones que hemos visitado son muy malas y también hemos visto menores detenidos. Deberían devolvérselos a sus padres, pero estaban encarcelados”
Después de la rueda de prensa, Traoré regresó a su casa. Allí vive con su mujer, sus seis hijos y otros 10 familiares “vienen del norte, huyendo del conflicto y los atiendo en casa, porque somos un país hospitalario y forma parte de nuestra cultura ayudar a los demás”.
El norte del país es la zona donde se inició el conflicto que durante unos pocos días ha copado la atención internacional, aunque la inestabilidad viene de largo. “Este es un conflicto cíclico, que se repite desde 1963 cada cierto tiempo. La última vez fue entre 1991 y 1992. Terminó con la incorporación de los tuareg al ejército de Malí. Algunos grupos de tuaregs del norte que viven en la pobreza, sin atención por parte de de la administración, en malas condiciones se rebelaron hace un año y trataron de partir el país para imponer un nuevo estado. La administración se fue retirando, así como la policía y el ejército en virtud de unos acuerdos alcanzados con el gobierno. El territorio, amplísimo, quedó fuera de control, y eso fue propicio para que se instalaran también grupos armados del entorno de Al Qaeda. Llegaron y empezaron a reclutar gente. Tenían dinero obtenido de secuestros de occidentales. Por si fuera poco, también llegaron soldados tuareg que formaban parte de las fuerzas de Gadafi y que tras perder la guerra se instalaron en la zona. Los islamistas radicales lograron imponer su voluntad y a esto se sumó un golpe de Estado en Bamako, protagonizado por el capitán Sanogo. Ante la debilidad del gobierno, los islamistas avanzaron hacia el sur, haciéndose con ciudades como Tombuctú, Gao y otras. En enero llegaron las tropas francesas, con el apoyo de otras de países vecinos, y los combates se recrudecieron. Ahora las tropas regulares han retomado el control de las ciudades y debilitado mucho a los rebeldes, pero se sigue luchando en el desierto”.
“Los islamistas en el norte reclutaron a la gente, convirtieron a muchos a la nueva religión [la Sharia -interpretación radical del islam-]. Lo que ellos proponen no es una religión islámica. El islam no dice que tengas que matar, que tomar por la fuerza a mujeres que no son tus esposas, que las puedas violar... ellos están haciendo eso, por eso digo que no son verdaderos musulmanes. Estos islamistas violan los derechos de la gente. Malí ha sido un país musulmán desde hace siglos. No sabemos por qué nos quieren imponer algo que no forma parte de nuestra cultura. En Tombuctú y alrededores, por ejemplo, han hostigado a la población y han impuesto normas absurdas. De repente no se podía bailar ni jugar al fútbol ni apenas salir a la calle ni un hombre pasear con su mujer sin que esta estuviera completamente tapada.”
Fotografías de Saloum Traoré en Madrid, marzo de 2013. © Amnistía Internacional
Saloum Traoré estaba en su casa la noche del 1 de febrero y vio a dos hombres que lo llamaban a gritos desde una de las ventanas. Tenían las manos ocultas en los bolsillos delanteros de la camisa -no piensen en una camisa de corte occidental, sino en una camisa tradicional africana, con grandes bolsillos en la parte delantera, al estilo de una sudadera canguro europea-. “Intuía que llevaban armas, no sé si pistolas, pero eran armas. Aquellos hombres sabían que yo había denunciado ante periodistas extranjeros asuntos relacionados con el conflicto de Malí. No respondí cuando me llamaron. Cogí el pasaporte y salí por la parte de atrás de la casa, saltando una tapia. Fui a la policía y enviaron a dos inspectores. Me recomendaron que esa noche no durmiera en casa”.
Todavía tiene marcas en las muñecas y heridas en los antebrazos del salto que dio para escapar. No regresó a su casa ni esa noche ni las siguientes. Amigos y familiares le dieron refugio. Un golpe de fortuna hizo que tuviera un visado y billete de avión para una reunión de Amnistía Internacional en Amsterdam el 8 de febrero. Tomó el avión y se presentó en Holanda, con lo puesto, donde contó su caso e inició una visita por Bélgica, Alemania, Francia y España.
Nos encontramos en Madrid el 5 de marzo, cuando su situación se ha aclarado y se dan las garantías para que regrese a Bamako. Ha hablado con autoridades de todos los países europeos en los que ha estado y ha hecho gestiones con el gobierno de su país. Un par de policías malienses lleven varios días custodiando su hogar -día y noche- y protegiendo a su familia. Su caso ya es conocido y eso le ha permitido regresar.
Por razones de seguridad, las autoridades de Níger requieren que las organizaciones humanitarias lleven escolta para visitar los campos de refugiados entre su país y Malí. Fotografía de AI.
Si le pasa algo, quien lo intente, sabe que su ataque no quedará en el anonimato, que Traoré tiene amigos en el extranjero y además pertenece a una organización que se reúne con mandatarios y aparece por televisión. Esto, en el contexto actual de Malí, es mucho.
En Madrid se ha reunido con periodistas donde ha desgranado su visión del conflicto y su caso personal. Algunas jornadas han sido muy largas, repitiendo una y otra vez lo mismo, pero no ha mermado su entusiasmo. “Tengo más de 20 años de experiencia como profesor con cientos de chavales en Malí. No van a agotarme cuatro o cinco entrevistas en España. Me encanta estar aquí y ver que hay tanta gente que se interesa por la situación de mi país”.
Traoré es optimista sobre el futuro. Cuando le pregunto si se darán las condiciones necesarias para que haya elecciones democráticas pronto lo tiene claro. “Por qué no. Malí está preparado para organizar elecciones. Hemos celebrado varias antes del golpe de Estado. Desde ahora a junio hay tiempo de sobra para organizarnos mejor. El norte de Mali también podrá participar en las elecciones”.
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