Moral de conveniencia
El PSOE desbanca al PP y obtiene la alcaldía de Ponferrada gracias al voto de un acosador
El que se celebrara precisamente el Día Internacional de la Mujer añadió gravedad a la votación que ayer arrebató la alcaldía de Ponferrada (León) al PP, tras 18 años de Gobierno municipal, para entregársela al PSOE. El socialista Samuel Folgueral obtuvo la vara de mando gracias al apoyo de quien había sido alcalde de la ciudad por el PP, Ismael Álvarez, condenado en 2002 por acoso sexual a una edil de su propio partido, Nevenka Fernández, tras un largo y escabroso proceso que supuso una humillación adicional para la víctima. Álvarez dejó entonces la alcaldía, pero trató de volver a ella en 2011 y al no conseguir encabezar la candidatura del PP abandonó el partido y formó una candidatura independiente que obtuvo cinco concejales.
Gracias a ellos el PSOE pudo ayer desbancar al PP en una moción de censura apoyada por Álvarez, en la que podía apreciarse un cierto componente de venganza. Pero la polémica votación causó tal ola de críticas que el secretario general del partido, Alfredo Pérez Rubalcaba, se vio obligado anoche a pedir una rectificación. Efectivamente, no todo vale en política, y conseguir el mando de una ciudad —por importante que sea o fundadas que estén las críticas al anterior alcalde— gracias al apoyo de un acosador traspasa los límites de la ética que el socialismo dice defender. El hecho de que, para salvar el escollo de la crítica, las formaciones que presentaron la moción de censura hubieran pactado antes que Álvarez dejaría de ser concejal después de la votación no hace sino agravar las cosas: demuestra que el propio partido socialista era consciente del atropello. Si consideraba que, por su pasado acosador, Álvarez no era digno de seguir en el consistorio, tampoco era digno el voto que les daba la alcaldía; la moción de censura prosperó por un solo sufragio de diferencia. Así lo entendió finalmente Rubalcaba, al ordenar que el alcalde elegido renuncie al cargo y solo se retome la votación tras la dimisión de Álvarez. Esta solución, sin embargo, puede resultar igualmente problemática; si Álvarez sigue siendo líder de la formación independiente, podrá condicionar desde fuera la política municipal.
Este episodio ha vuelto a poner en evidencia importantes diferencias de criterio en el seno del PSOE. La moción se presentó con la aquiescencia de la dirección del partido y no ayudó a arreglar el desaguisado el argumento con el que el secretario de organización, Óscar López, quiso avalar la operación, haciendo hincapié en que tras la votación y la dimisión pactada, habría “un acosador menos en política”. Los valores no son un calcetín a los que se les pueda dar la vuelta a conveniencia. Si el PSOE está en contra del abuso y del acoso sexual, debe demostrarlo en todo momento y en toda circunstancia. Pergeñar apaños argumentales como los expuestos en este caso solo contribuye a alejar más a los ciudadanos de unos políticos que parecen anteponer el beneficio del poder a la coherencia de sus principios.
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