La hora de la verdad para Ortega Cano
Comienza el juicio al diestro por el accidente que se saldó con una víctima mortal La fiscalía solicita cuatro años de cárcel Desde aquella fatídica noche, el viudo de Rocío Jurado lucha por reconducir su vida
Eran alrededor de las diez de la noche del 28 de mayo de 2011 cuando José Ortega Cano circulaba por el kilómetro 28,1 de la A-8002 con dirección a su finca Yerbabuena, en Castilblanco de los Arroyos (Sevilla). Acababa de dejar a su hija Gloria Camila en casa de unos amigos. Iba solo en su potente Mercedes todoterreno cuando de repente perdió el control del vehículo, invadió durante 60 metros el carril contrario, y colisionó de frente con un coche que conducía Carlos Parra, un camarero que se desplazaba a su trabajo. El impacto fue terrible, Parra falleció al instante por traumatismo torácico severo con rotura cardíaca y el torero resultó gravemente herido.
Los servicios de urgencia activaron todas las alarmas para intentar salvar a Ortega Cano, que quedó atrapado entre el amasijo de hierros en que se convirtió su coche. En medio de la noche, en una solitaria carretera y con ayuda de los bomberos, tras casi una hora de maniobras, el torero fue rescatado y enviado camino del hospital Virgen Macarena. Durante esos interminables 60 minutos se temió por su vida. Una enorme hemorragia dejó bajo mínimos sus constantes vitales también afectadas por numerosos e importantes traumatismos. Cuando el torero ingresó en el centro médico la gravedad persistía y se mantuvo durante muchas semanas.
Todos los detalles, hasta los más pequeños, de esa fatídica noche han sido escrutados al milímetro por la Guardia Civil, expertos en accidentes y abogados. Las conclusiones están en el sumario abierto por esta causa, cuyos hechos serán juzgados a partir del hoy en un juzgado de Sevilla.
Ortega Cano permaneció muchas semanas entre la vida y la muerte desde aquel día. Sus idas y venidas al quirófano fueron constantes. Pero de todo ello se enteró tiempo después así como del destino de Carlos Parra, que a los 38 años, perdió la vida dejando una viuda y dos hijos, que desde ese día reclaman justicia.
Tanto el entorno de Parra como vecinos de pueblos cercanos a Castilblanco sostienen que el accidente estuvo provocado por una ingesta de alcohol del torero. En esos días salieron al aire declaraciones de personas que aseguraron haber visto a Ortega Cano bebiendo en varios bares, incluso algunos precisaron que en su copa había champán. Cinco de ellas lo contaron ante la Guardia Civil y otras lo hicieron en las tertulias de programas del corazón, donde este asunto se convirtió pronto en todo un éxito de audiencia. El guion poseía todos los requisitos para el morbo: un torero con problemas, viudo de Rocío Jurado y padre de dos niños adoptados, un accidente, la muerte de un hombre trabajador, y dos familias —la Ortega y la Jurado— enfrentadas y deseosas de contar sus diferencias en televisión a cambio de un puñado de euros.
Pero paralelamente al espectáculo televisivo se inició una minuciosa investigación que determinó, como figura en el sumario, que el test de alcoholemia que se le realizó al torero arrojó 1,26 gramos de alcohol por litro de sangre, casi el triple de lo autorizado. La defensa pretende ahora invalidar esta prueba argumentando que no se siguió el protocolo indicado para la recogida de muestras. Los abogados del torero también quieren aportar al juicio sus propios peritos para combatir el informe de la Guardia Civil que asegura que el todoterreno del torero circulaba a 125 kilómetros por hora en un tramo limitado a 90, y el coche contrario, a 51 kilómetros por hora.
La Fiscalía de Sevilla ha pedido cuatro años de cárcel, seis de retirada del carné, además del pago de 181.122 euros a la familia del fallecido. Sostiene el fiscal que Ortega Cano no se encontraba “en condiciones apropiadas para conducir” debido a la “previa ingestión excesiva de bebidas alcohólicas que le mermaban los reflejos”, lo que le hacía conducir de manera “irregular, realizando maniobras arriesgadas para él mismo y los demás usuarios”.
Ortega Cano niega haber ingerido alcohol esa noche, pero pocos le creen. Él mismo confesó en un programa de televisión anterior al accidente tener problemas con la bebida a consecuencia de la tristeza que le invadió tras la muerte de Rocío Jurado.
Desde ese 28 de mayo de 2011, Ortega Cano huye como puede de su destino. Por el camino han salido a la luz sus problemas económicos, su difícil adaptación a la vida lejos de los ruedos, las peleas con sus familiares, los problemas con su hijo mayor José Fernando que le reclama la herencia que le dejó su madre, Rocío Jurado... todo ello lo ha comentado en público. De lo que menos ha hablado ha sido del accidente. Hizo una excepción en agosto de 2011 en el programa Los toros, de la cadena SER. En él contó al periodista taurino Manuel Molés que “iba perfectamente, un poquito lanzado, pero no había nada de tráfico y con la mala fortuna de ese impacto, que yo ni me enteré, ni tengo memoria. Lógicamente estoy súper afectado por lo de este señor”. Y después vino la pregunta directa: “José, ¿habías bebido?”. “No, te lo juro por mis hijos, y eso se verá, porque eso es una cosa que está a la orden del día, y la persona que bebe, lo decidirán, lo dictará la justicia y los médicos”, y siguió explicando: “Yo perdí la memoria, pero me dijeron que hablé con la Guardia Civil, con los bomberos que tardaron dos horas en sacarme (...) Y una persona que bebe, se nota”.
Casi dos años después del accidente Ortega Cano ha iniciado una nueva vida. Ya no reside en Yerbabuena, convertida en una finca para bodas y convenciones, ha vuelto a Madrid con su nueva pareja y acaba de ser padre. Pero este paréntesis de renovación vital está en cuarentena hasta hoy cuando el accidente será juzgado y no por tertulianos de programas del corazón. El torero se enfrenta a una pena de cuatro años de cárcel y a la verdad.
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