Hessel se va dejándonos indignados
Hace unos dos años, durante una estancia en Paris en casa de un amigo, me llamó la atención un pequeño libretillo en blanco y negro, cuya portada consistía en unas letras enormes: “Indignez Vous!”. Era tan cortito que me lo leí sobre la marcha. Me impresionó muchísimo. El contenido no era revolucionario, ni transgresor; al contrario, era extremadamente sencillo: ¡Indignaos! No solo tenéis la capacidad y la libertad para hacerlo, sino que además es vuestra obligación.
La vida de Stefan Hessel es la historia de una lucha incesante en pro de los derechos humanos. Se jugó la vida formando parte de la resistencia durante la Segunda Guerra Mundial y dedicó el resto de su existencia a reclamar el respeto por los derechos más fundamentales que tenemos. Ninguna de las pequeñas heroicidades que realizó a lo largo de su vida mereció nunca un espacio en las portadas de los periódicos. Pero entonces llegó al año 2010. Y se asustó. Se asustó de ver que el futuro de todo por lo que había luchado dependía de una juventud aletargada, sometida a una suerte que consideraba ajena a sí misma. Se asustó porque las riendas del mundo estaban en manos de intereses oscuros, muy alejados de los ciudadanos y ante la aparente indiferencia de todos. Pero en lugar de dejarse vencer por el miedo o la edad, se creció, se llenó de fuerza y escribió el mejor discurso de su vida.
¡Indignaos! cambió la vida de mucha gente, primero en Francia, expandiéndose hacia el norte de África y conquistando el mundo. Es como si toda la energía luchadora de Hessel estuviera contenida en esas escasas 30 páginas. Esa energía se convirtió en la chispa que encendió un fuego que sigue vivo en todo el mundo. Y a través de ese fuego su mensaje se hace eterno.
Es difícil no reconocer el espíritu de Hessel en lo que estamos viviendo estos días en nuestro país. Él y otros como él son la memoria que nos recuerda que nada es gratis ni permanente. Que los derechos que habíamos dado por sentados se conquistan cada día en las calles, en las escuelas y en las urnas. Por eso todos deberíamos tener un ejemplar de ¡Indignaos! en nuestra mesilla de noche para releerlo cuando nos entra la apatía o pensamos que lo que sucede a nuestro alrededor no tiene nada que ver con nosotros. Como nos explicó Hessel nuestra indignación es la que cambia el mundo, no se nos puede volver a olvidar.
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