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¿Quién dijo que el 13 trae mala suerte a los Alba?

Las rencillas de la familia se van resolviendo en un año que, por su numeración, vaticinaba un mal fario. Hasta su hija Eugenia ha ganado el juicio contra Fran Rivera por la custodia de su nieta

Jesús Ruiz Mantilla
La duquesa de Alba en la inauguración de una estatua en su honor en los Jardines de Cristina de Sevilla en 2011.
La duquesa de Alba en la inauguración de una estatua en su honor en los Jardines de Cristina de Sevilla en 2011. Paco Puentes

El mal fario del número 13 no parece ir con la Casa de Alba. Al contrario, después de una temporada plagada de desencuentros, disgustos, peleas, meteduras de pata, desconfianzas, recaídas de salud, tempestades varias, ha llegado la calma. El año 2013 les acompaña.

Puede que en eso tenga que ver el subidón por el éxito de su exposición en la Casa de Correos de Madrid. Los bienes y las obras de arte allí expuestas hasta finales de marzo han alcanzado los más de 100.000 visitantes. Pero las alegrías más bien responden a los pactos de familia. Y concretamente, al asunto de las herencias, cosa que, desde la casa, no han querido comentar.

Para que Cayetana contrajera matrimonio con Alfonso Díez, los hijos exigieron repartir en vida el patrimonio. Hubo para todos. Tierras y palacios. Ahora ha llegado la hora de los títulos. Ha sido Alfonso Martínez de Irujo —el segundo de sus hijos— quien ha solicitado siete de los más de 50 que ostenta su madre, la mujer con más honores nobiliarios del mundo, según el Libro Guinness de los Récords.

Don Alfonso hila fino. Sabe de qué va la cosa. Es decano de la Diputación Permanente y Consejo de la Grandeza de España. No hay problema. Cayetana también ha sabido ser generosa en ese aspecto. En apenas un mes cumplirá 87 y ya ha lucido durante una buena parte de su vida los marquesados, los ducados, los condados de quien es 14 veces grande de España, aparte de pernoctar en las mansiones que posee distribuidas por todo el país.

Desde Dueñas, en Sevilla, el palacio donde reside con su tercer esposo, ha accedido a despojarse de algunos títulos para que luzcan en la pechera de su prole mientras ella disfruta del gallinero que le ha construido personalmente su santo. Como le gusta presumir, Cayetana es una gran defensora de los animales, cosa que no está reñida con su afición al toreo, arte que últimamente le trajo sus disgustos por el desencuentro entre Fran Rivera y su hija Eugenia. Ambos han estado enfrentados en los tribunales por la custodia de la niña que tienen en común. Pero hasta eso se ha resuelto para bien en este comienzo de 2013: la madre ha ganado el juicio.

Otro frente abierto ha quedado cerrado. La pelea pública con su hijo Jacobo y su nuera, Inka Martí, ha pasado al archivo de la familia. Se ha obrado una paz difícil después de que Jacobo fuera uno de los hijos que más se opusieron a su nuevo matrimonio y que la madre llamara mentirosa, mala y envidiosa a su mujer.

Pero el tiempo y el buen rollo lo curan todo. La desconfianza que inicialmente despertaba Alfonso en la Casa de Alba se ha transformado en alivio. El hombre cuida de Cayetana —todo un carácter— como un amante devoto. Su discreción se da de tortas con las meteduras de pata de los herederos directos, carne fresca y constante para los programas del corazón. En todo ese fregao, Alfonso Díez ni entra. Es un señor. De hecho. Y sin título, salvo el de consorte. Ejemplar.

Así que todos contentos y felices. Como quien suelta sus zanahorias con vista a los conejos, Cayetana ha empezado a otorgar sus títulos quizá para que la dejen tranquila y pueda seguir haciendo aún más su vida. Ha sido dejar entrever que no se oponía a repartir algunas de sus dignidades y, acto seguido, comunicar que este año se largaba a Tailandia con Alfonso, un viaje que a ella se le había metido entre ceja y ceja, pero que los hijos tampoco veían oportuno.

Aunque no hay obstáculo que no pueda vencer la seguridad de que a todos les tocará algo. Alfonso ha sido el primero en dar un paso al frente. El acuerdo parece claro y parte de lo pactado antes de que la dejaran casarse. Su segundo hijo ha solicitado, ante la División de Derechos de Gracia y otros Derechos de la Subsecretaría del Ministerio de Justicia, siete de ellos. Quiere el condado de Guimerá y Ribadeo, los marquesados de Orani y Almenara. Pero lo más peliagudo son sus pretensiones sobre los condados de Palma del Río, Aranda y el ducado de Híjar. Los tres llevan aparejada la dignidad de grandeza de España. La gran tarta está en juego.

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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