Quién gana y quién pierde en la economía africana
Sanou Mbaye (Tivaouane, Senegal, 1945) es consciente de que se retrata con frencuencia a África como un continente golpeado por la miseria y admite que en sus fronteras nos tropezamos con riesgos e inestabilidad. También acepta la existencia del nepotismo, la corrupción, el alto desempleo juvenil, la inseguridad alimentaria y las infraestructuras deficientes. "Pero esos temas se tratan desde una inversión internacional y regional que crece y que está reduciendo los niveles de pobreza y creando oportunidades de trabajo para la población activa", apunta por correo electrónico desde Londres. "Lo que es más importante: se construyen instalaciones modernas como escuelas y hospitales en muchos lugares".
Sanou Mbaye debe saber lo que dice, puesto que es una referencia en economía africana. Asentado desde hace años en Londres, fue miembro del equipo de altos directivos del Banco Africano de Desarrollo para posteriormente ejercer de editorialista de Le Monde Diplomatique y firmar en Project Syndicate y otras publicaciones especializadas. Entre los libros que ha publicado figuran África al socorro de África, África Subsahariana: caminos posibles para romper con la mundialización, Cómo superar la división norte-sur de África y La estrategia maestra de China en África.
"Las tendencias actuales en África son de crecimiento económico, finanzas públicas sensatas, clima mejorado para los negocios, intercambios crecientes con países emergentes, remesas de la diáspora, floreciente clase media, más comercio regional, urbanización y un entorno político mejor", concluye, cuando se le pregunta por un retrato actualizado de ese continente que llama con voces de sirena al inversor occidental. "Desde el año 2000, los países subsaharianos han conseguido un crecimiento medio de 5-7 %" -continúa- "Durante la recesión global del 2009, África y Asia fueron las dos únicas regiones del mundo en las que el producto interior bruto se elevó. De hecho, África fue el tercer mayor contribuyente al crecimiento mundial tras China e India. Según las estimaciones más recientes, incluyendo la del Fondo Monetario Internacional, en los próximos años es probable que pertenezcan a África nueve de las 15 economías que crezcan más rápido en el mundo".
El economista senegalés tiene más datos positivos que aportar a su discurso sobre la realidad económica africana. "La tasa de retorno de la inversión extranjera es más alta en África que en ninguna otra región en vías de desarrollo. El flujo de capital hacia el continente se incrementó desde los 15 millardos de dólares del año 2000 a los 87 millardos de 2007 y, cuando eliminamos las inversiones en petróleo y gas, Sudáfrica, el centro industrial y financiero del continente, es el principal inversor en el resto de África: no China, ni Estados Unidos, ni Europa".
Sanou Mbaye también resalta que los BRIC y otras economías emergentes ayudaron a África a incrementar las exportaciones y les dieron a conocer modelos de cooperación que no tenían que ver con los de las antiguas metrópolis y en los que primaban el comercio, la inversión y la transferencia de tecnología. Además, está la diáspora.
"Más de 30 millones de africanos viven fuera de sus países de origen y contribuyen cada año con cerca de 60 millardos de dólares en remesas al bienestar de sus familias y comunidades" -recalca- "Las remesas son la mayor fuente de capital extranjero del continente tras las inversiones extranjeras directas. Hay estudios que muestran que la compra de tierras, la edificación de un hogar y la puesta en marcha de un negocio son los usos principales que se dan a estas remesas. Representan el 36 % de la inversión total en Burkina Faso, el 55 % en Kenia, el 57 % en Nigeria, el 15 % en Senegal y el 20 % en Uganda. La educación se convirtió en el segundo receptor de las remesas en Nigeria y Uganda, el tercero en Burkina Faso y el cuarto en Kenia". Además está la clase media, esa que puede gastar entre 2 y 20 dólares al día en África y que se ha expandido a 313 millones de personas según el Banco Africano de Desarrollo.
Mbaye también señala que los países africanos, además, han rebajado las barreras al comercio y reducido impuestos, incrementando así las relaciones económicas a nivel regional. "Las estadísticas no recogen esa gran fuerza vital, la economía informal" -comenta Sanou Mbaye -"Centros urbanos en expansión, una clase consumidora creciente y negocios que bullen dan como resultado un sector informal dinámico que cada vez se conecta más con la economía moderna. Con mayor acceso a créditos, esta economía basada originariamente en el dinero efectivo colabora en el desarrollo de la capacidad productiva de la región. Es un generador fundamental de trabajos y acoge a dos tercios de los minoristas. Una larga proporción de comercio intraregional está en manos de pymes de operadores informales. Exportan todo tipo de bienes y servicios a través de África. Ejecutivos trajeados y distribuidores están detectando oportunidades a través de las fronteras y van a agarrarlas. Son los principales protagonistas de la integración económica que vive África".
Mbaye finaliza por resaltar que el paisaje político es un factor clave en el progreso africano y que las elecciones limpias y las transiciones políticas pacíficas han tenido lugar en muchos países.
Sin embargo y tras estas palabras optimistas, Sanou Mbaye aprovecha la ocasión para insistir en la ruptura con un vestigio colonial que sigue pesando sobre las economías del África francófona: el franco CFA. O para razonar que es necesaria, por lo menos, una reforma radical del sistema.
"El franco CFA se ajusta al euro en un cambio fijo y sobrevalorado para poder proteger a las compañías francesas de cualquier devaluación" -explica- "En cualquier caso, esa sobrevaloración también es la causa principal de la erosión de la competitividad, que frena a su vez la capacidad de la zona franco de diversificar sus actividades, crear valor añadido y desarrollarse. Increíblemente, los países de la zona franco todavía tienen que ceder el 100 % de sus reservas de cambio al Tesoro francés como una garantía de la convertibilidad y la circulación del franco CFA. Esta recaudación fiscal se redujo al 75 % en 1973, con la sequía y la hambruna que sufrieron esos países, para permitirles comprar alimentos y al 50 % en 2005 para que pudieran financiar la construcción de las 14 sedes de sus respectivos bancos centrales. Para que los países de la zona franco puedan ponerse al día con otros países africanos que están atravesando su período económico más próspero, tienen la necesidad avasalladora de reformar profundamente el sistema. Eso implicaría que el franco CFA se fijara no solo al euro, si no también a una cesta de otras monedas, abolir el cambio fijo y la convertibilidad del franco CFA y una integración económica acelerada".
En un entorno general de crecimiento y buenas perspectivas económicas y sociales, Mbaye considera que los países del África francófona son los grandes perdedores de la nueva África emergente de la que hoy se hacen eco los medios occidentales. E insiste en subrayar el retraso que lacra a la zona franco frente al África anglófona: no hay ex colonias galas entre los países con mayores tasas de crecimiento y desarrollo del continente.
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