Abocados a una tragedia
Drama, según la RAE, es todo aquel suceso real capaz de conmover los sentimientos de las personas. Dicho esto, en la España actual asistimos conmovidos y apesadumbrados a un sinfín de hechos, que sin duda alguna pueden calificarse de dramas:
Corrupción a lo largo y ancho de todo el país, es decir de izquierda a derecha y viceversa. Un sistema judicial dependiente, pues desde el momento en que la cúpula y el más alto tribunal del Estado es nombrado por los políticos, la indispensable independencia queda reducida a una mera entelequia.
La proliferación de indultos por parte del Gobierno de turno, inexplicables para la mayoría de los ciudadanos. Algunos tan escandalosos que hasta altas magistraturas han cuestionado su justo otorgamiento.
Una sobredimensionada clase política disfrutando de ostentosos privilegios que perduran más allá del cese en el cargo.
Una nobleza real que, presuntamente, vive empalmada al chanchullo y al trapicheo más indecente e inmoral.
Seis millones de dramas diarios que no tienen donde trabajar, con todo lo que ello conlleva.
Para completar este penoso panorama, los insolidarios e insaciables nacionalistas, en vez de aunar esfuerzos para mitigar este penoso panorama lo agravan con sus proclamas independentistas.
Cuentas suizas, paraísos fiscales, islas plenas de virtud… son términos tan habitualmente oídos como sinónimos de latrocinio.
Podría seguir enumerando dramas hasta la saciedad, solo citaré uno más y quizá uno de los más graves. La juventud española mejor preparada se está viendo obligada a abandonar nuestro país y los frutos de su esfuerzo y trabajo serán para otras naciones con más visión de futuro que la nuestra; y todo ello con el beneplácito de nuestros gobernantes.
Si sumáramos esta infinidad de dramas obtendríamos como resultado una descomunal tragedia. Finalizaré transcribiendo la definición que la RAE da al término tragedia: “Tener un fin desgraciado”.— Manuel Villena Lázaro.
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