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Columna
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Comer las uñas

Hay una Justicia que está respondiendo: el tribunal que anula el cierre de las urgencias

Manuel Rivas

Entre los betsileos de Madagascar había una clase de hombres, llamados ramangas, que tenían por oficio comer los recortes de uñas de los jefes. Eso sí, podían trocear las recortaduras más grandes para tragarlas en porciones admisibles. Los ramangas también debían digerir otras excrecencias de los poderosos, que se protegían así de potenciales enemigos que podrían utilizar los restos para dañarles por medio de la magia contaminante, pues se considera que existe una conexión especial entre las recortaduras de uñas y sus antiguos propietarios. Esta superstición está muy documentada por Frazer en La rama dorada. En realidad, el oficio de comedores de recortaduras de uñas está muy extendido mundo adelante y no es o era solo cosa de los pobres ramangas. Esta semana me ha llamado la atención una imagen insólita que honra la política y desafía la superstición. La de un grupo numeroso de cargos municipales de Castilla-La Mancha, pertenecientes al partido del Gobierno, que se han negado a comer las recortaduras de uñas de su presidenta Cospedal y presentaron la dimisión tras la orden de cierre de 21 puntos de urgencias rurales. Es un gran ejemplo para su partido y para el resto. El entender que su trabajo consiste en representar al pueblo y no los intereses de una facción. El caso Bárcenas estaría atajado hace ya tiempo de no ser por los entusiastas comedores de uñas, que de paso se comieron al juez que inició la investigación. Pero hay una Justicia que está respondiendo. El tribunal que anula el cierre de las urgencias. Otro juez que ha tomado el relevo y persevera en el rastro del gran saqueo. Son signos esperanzadores de una España que no se resigna a un estado de inanición. Aunque para coraje democrático, el de la dimisión de los directores de ambulatorios madrileños. Es un gesto de riesgo salarial y profesional. Pero Madrid no se está tragando los recortes de uñas.

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