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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

India despierta

La brutal violación de una joven produce una conmoción social que se extiende a otros países

El País

El terrible caso de Amanat ha conmocionado a la sociedad india como nunca antes lo había hecho una agresión sexual a una mujer. Amanat, seudónimo con el que la prensa ha bautizado a la víctima, fue violada y torturada con una barra de acero por seis hombres durante una hora. La joven murió el 29 de diciembre, tras dos semanas de agonía.

En un país en el que el desprecio a la mujer se traduce en uno de los niveles de acoso y agresiones sexuales más altos del mundo, se ha producido una auténtica rebelión social contra la tradicional pasividad e insensibilidad de la policía y de la casta política hacia estos crímenes. Las manifestaciones espontáneas, muy violentas algunas de ellas, se produjeron desde el día siguiente de la fatal agresión de Amanat en Nueva Delhi y se han extendido a todo el país. Los medios han reproducido con profusión de detalles no solo la brutalidad sufrida por Amanat, sino las agresiones de las que son objeto a diario miles de ciudadanas en una democracia, la más grande del mundo, a la que se acusa de ser incapaz de proteger a la mitad de su población. Los testimonios de mujeres desfiguradas por el ácido o violentadas que han sufrido, además, la vergüenza, la mofa y la inacción policial han alimentado esta ola de indignación que ha obligado a los poderes públicos a reaccionar. El juicio por el caso de Amanat contra cinco de sus violadores se ha abierto en un tiempo récord y estos se exponen a la horca por un delito que hasta ahora solía quedar impune. Es una conmoción social que ha traspasado las fronteras indias y que está ofreciendo un soplo de esperanza para las asiáticas, víctimas de una cultura misógina que deja en papel mojado la buena voluntad de las leyes. La vecina Pakistán, quizá contagiada por el movimiento indio, ha reaccionado airadamente contra la violación múltiple de una niña de nueve años.

Algo parece estar cambiando en esta amplia zona del continente asiático de enormes contrastes respecto a la situación de la mujer. La sociedad, amedrentada por fundamentalistas y agresores sexuales, ha venido aceptando las crueles normas que la reprimen. De ese cambio también da cuenta la forma en que ha defendido su propia familia a Malala Yousafzai, la niña paquistaní tiroteada por los talibanes por promover la educación femenina y a la que ayer dio el alta el hospital que la ha tratado desde octubre.

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