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EL ACENTO
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Obélix el belga

Gérard Depardieu renuncia al pasaporte francés tras las críticas recibidas por haberse instalado en Bélgica para eludir impuestos

Marcos Balfagón

En 45 años de carrera ha pagado 145 millones de euros al fisco francés. Eso significa que a Gérard Depardieu, que comenzó a trabajar a los 14 años en una imprenta y fue mozo de almacén antes de ser actor, le ha ido muy bien en la vida. Ha cosechado fama y fortuna y ha representado como nadie, en personajes como Cyrano de Bergerac, Obélix, Danton y el conde de Montecristo, el espíritu libre y a veces desmedido de una Francia orgullosa de su grandeur.

Pero ahora Depardieu, el actor mejor pagado de Francia, se ha cansado de pagar. Para su desgracia, no ganó el candidato al que apoyó, Nicolas Sarkozy, sino François Hollande, cuyo Gobierno se ha propuesto gravar con un 75% las rentas superiores a un millón de euros los próximos dos años. Depardieu supera con creces esa cifra por lo que ha decidido hacer mutis por el foro: ha puesto a la venta por 50 millones de euros su palacete de París y ha fijado su residencia en el pueblo belga de Néchin, a un kilómetro de la frontera, donde ya viven 2.800 franceses, entre ellos la familia Mulliez, propietaria de Auchan (Alcampo), o los titulares de firmas tan conocidas como Decathlon y Leroy Merlin.

Pero alguien tan ruidoso como Depardieu, protagonista de 170 películas, no puede irse sin estruendo. Y menos si lo hace siguiendo los pasos de Bernard Arnault, propietario del imperio del lujo Louis Vuitton, que en septiembre pidió la nacionalidad belga para eludir impuestos. El exilio fiscal de Depardieu ha provocado furibundas críticas, a las que el actor ha contestado con un gesto no menos airado: renunciando al pasaporte francés.

Depardieu asegura que en 2012 ha pagado en impuestos el 85% de sus ingresos, cifra muy elevada que contrasta tanto con lo que pasa en Bélgica como con lo que ocurre al sur de los Pirineos. No es fácil establecer el cálculo, porque el actor es también productor, dueño de restaurantes y comercios y propietario de viñedos en varios países. Sí es sencillo imaginar el psicodrama desatado en Francia, igual que lo era prever que, sin armonización fiscal y con libre circulación en la UE, este Obélix ahora belga iba a esquivar cualquier medida que considerara excesivamente rigurosa para su bolsillo.

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