Los viernes, activismo: un baño en Gaza
La pareja está convencida de que la mejor manera de defender los derechos de uno es ejercerlos. Aunque ella no lo haga en bañador, sino con pantalón y camiseta. Sin velo, nunca lo ha llevado. El caso de la señora S. es una excepción.
Puedo contar con los dedos de una mano las mujeres sin velo que he conocido allí. Tampoco fueron nunca mayoría. Los islamistas de Hamás ganaron unas elecciones en 2006, por cierto, con el apoyo esencial de sus mujeres; y al año siguiente, tomaron el control total por la fuerza. Cuando ahora preguntas en Gaza que cómo ha cambiado la vida de las mujeres desde que Hamás gobierna el enclave recibes diversos tipos de respuestas: “Hay más seguridad en las calles, las mujeres van más tranquilas”, suelen insistir los simpatizantes del movimiento, o te cuentan que si llevas a tus niños a una guardería islámica aprovechan las excursiones con las madres para que una, digamos, infiltrada hable de las supuestas bondades de vivir según dicta el islam. El islam político, al que pertenece Hamás, se basa en la persuasión, en convencer más que en imponer.
Para saber cuál es la experiencia de una universitaria veinteañera -Gaza tiene dos universidades y una población jovencísima- pregunté a Ibtihal Aloul por varios asuntos concretos. Estas son sus respuestas: 1) Trabajar fuera de casa: “Es más difícil, pero no porque Hamás creara normas contra las mujeres sino por la crudeza de los debates políticos en los lugares de trabajo y porque se espera que desempeñen determinados empleos en las instituciones (y no otros) y sean pasivas”. 2) Elegir qué estudiar: “Sin grandes cambios. En todo caso, la nefasta situación económica de 2007 (primer año del bloqueo económico) hizo que algunas centraran sus estudios en temas sociales o educativos para encontrar trabajo rápido”. 3) Elegir con quién te casas: tras la miniguerra civil entre Hamás y los laicos proocidentales de Fatah que abrió una gran brecha social “algunas elecciones matrimoniales se basan en afiliaciones políticas. Eligen un chico de un determinado partido y nunca elegirían a uno de otro”. 4) Divorciarse: “Los casos han aumentado. Antes de 2007, las mujeres de clase media-baja no se lo plantearían para evitar la crítica social y tener que buscarse un trabajo. Las mujeres han ganado poder ante los tribunales, que les apoyan más, para exigir sus derechos ante sus maridos”. 5) Salir con amigos varones en grupo: “Depende. Un grupo de chicas se lo pensaría antes de reunirse en un lugar público, conscientes de que los seguidores de Hamás fácilmente les criticarían por intentar atraer a chicos. Si se reúnen en un restaurante o en una cafetería, ese riesgo está mucho menos presente incluso si están con amigos o compañeros de trabajo. Las jóvenes parejas que no están prometidas pueden meterse en líos graves si pasean solas de noche. En algunos casos policías de Hamás han detenido e interrogado a parejas que paseaban por la playa tras la caída del sol”.
Da la impresión de que ahora hay más mujeres que usan niqab, el velo que cubre también la cara, de que la religión está aún más presente en la vida cotidiana, de que entre los muchos edificios en construcción proliferan las mezquitas, de que sigue habiendo presión para casarse joven y tener hijos pronto...
Ibtihal -que responde por mail desde Suecia, donde estudia desde este otoño con una beca- solía ejercer defixer -guía, traductora, productora- en el enclave. Trabajamos juntas en varias ocasiones entre 2006 y 2010. De eso la conozco. Su caso no es único. No es tan raro que mujeres jóvenes, apenas veinteañeras, de inglés magnífico, con buena agenda, recursos, entusiasmo y valentía sean lazarillos de periodistas occidentales en la franja. En esta última ofensiva también las hubo.
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