Dos hermanos frente a frente
Husamaldín y Saedaldín Abed Salim, policía de Hamás y teniente de Al Fatah, encarnan la división entre los palestinos
Saedaldín Abed Salim y su hermano Husamaldín encaran un problema común a miles de familias en Gaza. Los vínculos de sangre entre los palestinos son muy sólidos. Suelen vivir en las mismas casas, comparten comidas, charlas, rezos, té y cafés a diario. Una vida normal, si es que algo es normal en la caótica franja. Porque Saedaldín y Husamaldín trabajan con un temor especial. La coincidencia sería un drama improbable, pero puede suceder que uno de ellos dispare contra el otro sin saberlo. El primero, de 34 años, es teniente de la Guardia Presidencial, uno de los cuerpos policiales leales al presidente, Mahmud Abbas. El segundo, cuatro años menor, es miembro de la Fuerza Ejecutiva, la policía creada por Hamás en mayo. La semana pasada murieron unos quince agentes en la franja, la mayoría de Al Fatah, el partido de Abbas. "Le puede tocar a cualquiera. Claro que tengo miedo", dice el primogénito.
Sería improbable, pero puede suceder que uno de ellos dispare contra el otro sin saberlo
Para llegar a la muy modesta vivienda de Saedaldín -sin apenas muebles ni enseres, las paredes desnudas-, en Beit Lahia, en el norte del territorio ocupado por Israel, es inevitable toparse con decenas de individuos enmascarados y armados hasta los dientes, algunos con lanzagranadas al hombro. Vigilan, muy tensos, en cada rotonda. Pero los dos hombres se besan nada más encontrarse. Conversan sosegadamente. Nada que ver con las soflamas que se lanzan los dirigentes de sus partidos. Desde luego, no son enemigos. "Pertenezco a Al Fatah. Discuto mucho con mi hermano sobre política, y más cuando hay enfrentamientos", apunta el teniente. "Cuando llegamos a un punto en que el debate se endurece, pasamos a otra cosa", dice Husamaldín. No es raro que medie su padre.
Ambos son conscientes de que la violencia fratricida beneficia a Israel y que sus disputas son mal vistas por gran parte de los cuatro millones de palestinos que malviven en Cisjordania y Gaza. "El 90% de los palestinos sabe que estamos creando estos problemas. Pero esto es un campo de fútbol en el que todo el mundo quiere jugar. Hay manos negras que están disputando el partido", comenta Saedaldín. Inmediatamente interrumpe el menor de los Abed Salim, que en principio opta por no dar nombres y apellidos: "Sí, claro que hay menos negras, y son bien conocidas. Trabajan para los israelíes. Cuando gobernó Al Fatah, los colaboracionistas engordaron mucho. Se necesitará tiempo para que no jueguen ningún papel en nuestra sociedad. Ahora nuestros enemigos apoyan a Al Fatah, que recibe dinero de la comunidad internacional mientras se bloquea al Gobierno elegido en las elecciones". "Los colaboracionistas ya estaban aquí antes de que se creara la Autoridad Palestina en 1994. Y se acordó que no se les castigaría", tercia el oficial.
La conversación se calienta. Las réplicas y contrarréplicas se suceden. "Mohamed Dahlan [brazo derecho del presidente] es la cabeza de la serpiente. Todo el mundo sabe que está detrás de lo que ocurre estos días", acusa finalmente Husamaldín. "No creo que sea un colaboracionista, lo que sucede es que hay mucha presión internacional. También Mahmud Zahar [dirigente de Hamás] nos provoca con sus declaraciones", señala el agente fiel a Abbas.
Lo sorprendente es que ambos sostienen similares opiniones sobre asuntos cruciales. Se saben aislados, sin esperanza de que nadie ayude a los palestinos. Coinciden en que tampoco los países árabes harán nada por ellos. Y el uniformado de Hamás sonríe con una mueca irónica cuando se plantea la negociación con Israel: "Es de sentido común que Al Fatah nos está provocando, pero nuestro conflicto interno se solucionará. Eso sí, el que sostenemos con Israel va a durar mucho tiempo". "No creo", apunta Saedaldín, "que negociando se pueda conseguir nada. Pero ahora estamos perdiendo parte de lo que habíamos conseguido en materia económica y de seguridad". Y rechazan tajantemente la posibilidad de que estalle una contienda civil en toda regla. "Vivo aquí. Soy familiar y amigo de gente de todas las facciones. No puedo imaginarme disparando contra ellos. Ya hemos tenido enfrentamientos graves, y volverán a repetirse. Pero la guerra civil no está en la mente de nadie".
Un abismo les separa en su actitud vital, en su predisposición a seguir padeciendo. Al oficial de la Guardia Presidencial se le ve triste. El gesto del policía a las órdenes de Hamás refleja el gesto de quien ha asumido que lo peor está por venir y la convicción propia del creyente con mayúsculas. Ninguno ignora que el futuro es lúgubre. "No creo que mis hijos tengan una vida mejor que la mía", comenta Husamaldín.
El salario del oficial de la Guardia Presidencial apenas supera los 400 euros. Y desde que la comunidad internacional impuso el bloqueo financiero al Ejecutivo islamista, apenas ha cobrado el 40% de su sueldo. Pero no tiene alternativa. Para el policía islamista, el dinero es secundario: "Yo acabo de empezar. Llevo cuatro meses trabajando y aún no he cobrado nada". Su compromiso con la causa es notorio, mucho más arraigado que el de su hermano. Alrededor de 50.000 palestinos han pedido visados para escapar del infierno de Gaza y Cisjordania. ¿Si pudierais, emigraríais?, se les pregunta. "Inmediatamente", afirma Saedaldín. "Nunca. Permanecer aquí es una obligación religiosa tanto como el rezo", replica Husamaldín. "Que yo también rezo, eh", deja claro el mayor. "Yo más", concluye el más joven. Y los dos sonríen. El pequeño de los hermanos coge su arma. Es martes por la tarde, casi anocheciendo, y marcha a patrullar. Ese día no hubo riesgo de que fuera a chocar a tiros con su pariente porque su turno ha terminado. Mañana, ¿quién sabe?
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