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Columna
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El peligro

A Luis de Guindos le dicen que es el peor y se le pone cara de peor. En la misma circunstancia, a Montoro se le pone cara de ser el mejor.

Manuel Rivas

Luis de Guindos es considerado el peor ministro de Economía de Europa, en una tabla comparativa de 19 responsables de la gestión en esa área, según una clasificación del Financial Times. Es una pena. Con Cristóbal Montoro, por ejemplo, estaríamos celebrando semejante éxito. Quiero decir, lo estaría celebrando él, como aquel ciclista que por fin consiguió llegar último al Tour después de fracasar en varios intentos como penúltimo. A Luis de Guindos le dicen que es el peor y se le pone cara de peor. En la misma circunstancia, a Montoro se le pone cara de campeón. No se sabe exactamente de qué, pero eso es lo de menos. No consta que el titular de Economía y Competitividad haya luchado con especial entusiasmo para alcanzar esta llamativa plaza ni tampoco para evitarla. El problema de Guindos, que de superstición económica sabrá como el que más, es la realidad. Y la realidad es una enemiga de cuidado. En un tiempo la creyó dominar, pero fue un espejismo. Por eso ahora se le ve abrumado, mirando siempre hacia atrás: es un fugitivo de la realidad. Con Aznar II, cuando ya España eructaba ladrillo, Luis de Guindos fue uno de los más fervientes negacionistas de la burbuja inmobiliaria. Y era el responsable de Lehman Brothers para la península Ibérica cuando en el 2008 la quiebra de ese gigante estadounidense reventó las cañerías del sistema financiero. ¿Cuál es la relación de Montoro con la realidad? La impresión es que el ministro de Hacienda vive al tiempo en la realidad y su reverso oscuro. Esa ubicuidad viene dada por una fuerte ideología posesiva. El poder partidista le da coraje, pero también una distorsión marrullera. Maestros de esta especie fueron Guerra y Trillo. Ahora parecen clonarse. Ante la fe ciega, Hannah Arendt hablaba del “paraíso del chiflado”. Un infierno, claro. Y nada hay peor para crearlo que un Gobierno hechizado por un nepotismo sectario.

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