Dos elecciones
Hay muchos multimillonarios americanos que envidian el sistema chino por la eficacia con que se toman decisiones con métodos oscurantistas
Los ciudadanos de Estados Unidos eligen el próximo martes a los 270 miembros del colegio electoral del que saldrá su presidente para los próximos cuatro años. Apenas 48 horas después, los 2.270 delegados del 18 congreso del Partido Comunista de China elegirán a un comité central de unos 350 miembros, que a su vez elegirá a los 25 del politburó y a los siete del comité permanente, entre los que destacan dos personajes, el que ocupará la Secretaría General del PCCh, la Presidencia de la República y la del Comité Militar y el que será el primer ministro.
La elección presidencial americana el 6 de noviembre culmina un largo proceso, iniciado casi dos años antes, que incluye la presentación de los candidatos a las primarias de cada partido, la elección de delegados para los congresos republicano y demócrata, la nominación del candidato al final del verano y finalmente la campaña presidencial que ahora toca a su fin. El mismo día de la trascendental elección presidencial se eligen también un tercio de los senadores, el entero Congreso, así como las cámaras de los Estados, gobernadores y altos cargos de los Estados, fiscales y presidentes de consejos escolares de distrito, y hay incluso consultas populares.
La elección china también es fruto de un largo y complejo proceso que se diferencia de la estadounidense en dos cosas: su opacidad y la restricción de la participación electoral a los miembros del Partido Comunista, 80 millones de militantes sobre una población de 1.300 millones. En el momento en que el Congreso se reúne, todo el pescado está vendido, es decir, todos saben quiénes serán el número uno y dos del partido y del Estado. Mientras que en EE UU sucede exactamente lo contrario, la incertidumbre suele durar hasta el último minuto.
También hay semejanzas profundas, invisibles a simple vista, entre estas dos elecciones decisivas para las dos primeras economías del planeta y, por tanto, para todo el mundo. Los dos partidos que compiten en EE UU tienen una correspondencia en el partido único chino en formas de dos tendencias: de un lado, una corriente que favorece a los negocios privados, la liberalización del mercado y las inversiones extranjeras, y del otro, los partidarios del Estado de bienestar, la inversión pública y la limitación de emisiones a la atmósfera. Pero en vez de concurrir libremente a unas elecciones, están obligados a consensuar sus posiciones y a coligarse, algo que hace todavía más difícil la comprensión de la correlación de fuerzas desde el exterior del sistema.
Hay más multimillonarios en la élite política china que en las instituciones representativas de la América capitalista: elitistas y populistas comunistas, todos quieren hacerse ricos por igual. Y hay muchos multimillonarios americanos que envidian el sistema chino por la eficacia con que se toman decisiones con métodos tan oscurantistas.
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