Y Paula Vázquez desactivó su propio huracán
La presentadora se convirtió en personaje de la semana al publicar por error su teléfono en Twitter Capeado el temporada con humor y astucia, reflexiona sobre su carrera y la soledad de la fama
"¿Conoces el libro Maldito karma, de David Safier?”, pregunta Paula Vázquez en una terraza madrileña. “Va de una presentadora de televisión que tiene que pagar con una serie de desgracias el mal karma de una infidelidad y acaba muriendo aplastada por el lavabo de una estación espacial rusa. Pues yo tuve uno de esos días. Acababa de llegar de cruzarme Senegal y España en coche por trabajo. Me entero de que se ha muerto Mariano Pérez, de las bodegas Marqués de Vizhoja, y tenía que ir a Vigo al entierro porque soy imagen de la marca durante los próximos 10 años. Llegamos al aeropuerto, nos subimos al coche y, en los últimos kilómetros, nos dan un golpe por detrás. Esguince cervical. Tuiteé la foto del parte médico (sin mostrar el tratamiento, para que veas que no soy tonta) y no sé qué pasó. Mira, vas a verlo muy claro. ¿Ves? La foto, en mi móvil, acaba aquí en esta esquinita donde empieza mi teléfono. Pero no sé qué aplicación usé para subirla, que en Twitter salía. Lo de la fecha de nacimiento me da igual, ¿eh? Al minuto me avisan unos amigos de que he tuiteado mi teléfono. Estaba recibiendo 10, 12 llamadas por minuto, siempre de los mismos números. Así que borré el tuit y fui a la misa. Y las llamadas no paraban. Tuiteé las fotos para que pararan. No lo hicieron. Tres mil a lo largo del día. Vuelvo a Madrid en avión con el cabreo. Todo el mundo que está cabreado debería subir a un vuelo, porque no tiene más remedio que enfadarse y aceptarlo. Cuando aterricé ya lo veía de otra forma. Si no tiene remedio, ¿por qué iba a preocuparme? Me subí a un taxi más tranquila y me llevó a Alcobendas. Yo vivo en Pozuelo”.
“Es difícil conocer a alguien cuando se es famoso: la gente tiene prejuicios, te conoce demasiado… Vivo sola desde siempre. El día que viva en pareja no sé cómo lo voy a hacer"
La presentadora gallega no tuvo un buen lunes, pero su semana ha sido descollante. Esta letanía de desdichas que narra en uno de sus particulares soliloquios y que generó un monumental revuelo esta semana en Internet se resolvió, en Twitter, con unos reflejos y un humor por su parte que son inusuales en el famoseo español. Vázquez explicó sin amargura su desliz en la red social, se rió un poco de su propia desgracia y se convirtió en protagonista surreal de la semana.
Aunque siempre ha estado ahí. Incluso cuando, en 1993, debutó en el mítico Un, dos, tres con 19 años, ya llevaba tiempo ahí. “En un anuncio en el supermercado del barrio, un videoclip… No tuve un comienzo claro, fue todo gradual”, declara al recordar sus inicios. De allí fue ascendiendo, sin molestar, los filones de la artesanía (que no chollo) televisiva. Sus puntos de inflexión han sido, casi siempre, llamativamente cotidianos. “El momento en que me di cuenta de que iba a dedicarme exclusivamente a esto fue el día que me compré el carrito de la compra en Madrid. Estaba haciendo La vuelta de la fama para Globomedia. Hacía el resumen de la vuelta ciclista y regalaba un coche en directo. Un día no me entró una llamada y me puse a improvisar como una loca. De ahí me cogieron para presentar No te olvides el cepillo de dientes. Y me di cuenta de que el carro ya no me lo podía llevar a Barcelona. Fue como mi ancla en Madrid”, arremete en otro soliloquio. “A mis padres les pareció que ya que Un, dos, tres fue lo mejor que me había pasado, que siguiera. ‘Bueno, hija, mientras te salgan cosas…’. No podía parar, porque ellos no podían mantenerme. Mi padre fue astillero hasta 1983. Con la reconversión industrial tuvimos que dejar Ferrol para buscar trabajo en Barcelona, donde trabajó de vigilante jurado. Mi madre era peluquera. Eran épocas de cenar arroz o palomitas y de que me cortaran el teléfono. Yo vivía sola y trabajaba, trabajaba. Pero no fue un drama, fue un ‘pues ya llegaré”.
Un año de ausencia
Cuando Vázquez volvió a la televisión con 'El número 1' estaba poniendo final al único periodo sustancial de inactividad en su vida: el año que transcurrió entre que terminó su contrato en Telecinco y empezó el de Antena 3. ¿Una ocasión para replantearse años de frenética carrera? "No. Me dediqué a cultivar a los amigos que, a veces, con el trabajo no puedes atender. Pensé en producir algo. O en tener un hijo. Pero me falta la pareja". ¿Pensó también en abrir nuevas líneas de negocio? "Quizá una tienda, que tengo una idea, o un libro. De viajes, ya que me he recorrido el mundo entero. En España ya no hace falta ser literato para escribir un libro, ¿no? Pero al final siempre vuelvo a lo mismo. A lo que he hecho siempre. A lo mío".
Esa mentalidad de “pues ya llegaré”, de quien se sabe con riesgo de quedarse fuera del mundillo si escatima en su entrega, estaría destinada a marcar el resto de su biografía, que a partir de entonces escribiría casi exclusivamente en televisión y a través de más de 25 títulos: de La parodia nacional, en 1997, pasó al Euromillón, hasta 2001, y de Gran Hermano, en 2002, pasó a La isla de los famosos, hasta 2005. Y así hasta ser, por la uniformidad e inocuidad de su presencia, un icono ajeno a las modas catódicas como Jesús Vázquez, Ana Blanco o Jordi Hurtado. “Es porque no he vendido mi vida al corazón y no he dependido de nadie”, razona. “Y porque nunca me he arriesgado demasiado. He apostado por programas blancos y familiares porque vi esto como una carrera de fondo”.
Hace ocho años se mudó a Pozuelo, fuera de la ciudad de Madrid, en busca de la intimidad. “Encontré demasiada. Me gustaría vivir en el centro, centro. No conozco la noche en Madrid. Cuando era joven, me interesaba más tener buena voz y no tener ojeras por la mañana que salir. Tampoco terminé COU. Mi hermano tuvo un accidente muy grave en la bici y a los 16, 17 estuvo en coma profundo y tuve que dejar los estudios para ir a Galicia. De ahí que no me guste que los niños trabajen en televisión. No lo soporto”.
A esta categoría de sacrificios se puede aducir también su soltería: “Es difícil conocer a alguien cuando se es famoso: la gente tiene prejuicios, te conoce demasiado… Vivo sola desde siempre. El día que viva en pareja no sé cómo lo voy a hacer. Para mí, lo normal es que no haya nadie en casa. No tengo ni asistenta. Tengo una parte maruja que me relaja. Tampoco es por dinero, que me ha ido bien, he invertido y ahorrado, y podría retirarme si quisiera. Pero no puedo hacer otra cosa. No concibo la vida sin esto”.
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