Damas de visita
Wert ha salido del armario: no es un neoliberal, es solo un nostálgico. Su fantasía pasa por hacer de todo el territorio nacional un barrio de Salamanca gigante. Como un Eurovegas españolizador
Angela Merkel visita al señor Sámaras mientras Lady Gaga visita al señor Assange. Visitas complicadas de señoras a señores atrapados en un mal momento. Damas radicales ambas, una en la austeridad, la otra en el exceso. Una, con vestuario limitadísimo, y la otra, con vestuario ilimitadísimo. Pero en cuanto a visitas, a vestuario y planteando una estratégica tercera vía, llegó la baronesa Tita Thyssen al hospital para conocer a su nuevo nieto Enzo, cogiendo a todos y todas por sorpresa.
Sus visitas no son fáciles, ni para la señora Merkel ni para nadie. Si las prolonga por más de dos horas, como en el caso de Grecia, crecen las protestas y terminan apareciendo hombretones desnudos corriendo enseñándolo todo, la furia y las plantas de los pies ennegrecidas. Cuando regresa a casa, Merkel no debe llorar porque las lágrimas no rescatan, pero sí se preguntará frente al espejo: ¿de verdad me odian tanto? Sí, Angela, sí, le respondería el espejo. Prefiere las visitas de médico, como la que realizó a Madrid: vino, estrechó con escalofrío la mano de Rajoy y en 20 minutos se marchó.
La visita de Lady Gaga a Assange, en cambio, genera todo un nuevo protocolo y un montón de tuits. Visitar a un recluso siempre fue motivo emocionante. Para ello Lady Gaga encontró el tono adecuado, recuperando ese sombrero que popularizó Jane Birkin en los setenta y estrenando una de las polémicas creaciones de Hedi Slimane para el nuevo Saint Laurent. ¿Estudiado marketing? Moda y espionaje siempre fueron juntos. Assange sigue siendo un genio de la manipulación, y ella, una popstar traviesa. Las visitas a Assange no dejan de crear más dudas sobre el proceso y emborronan el problema para la CIA y Estados Unidos. A Lady Gaga le sirve para no perder terreno frente a, entre otras, Madonna, que aunque no ha sabido calibrar el interés de ser la primera en visitar a Assange, sí ha defendido anteriormente la causa de las chicas de Pussy Riot frente al Gobierno ruso.
La que sí calibró la situación fue Tita Thyssen. El lunes celebraba los veinte primeros años de éxitos del museo que lleva su apellido y en la tarde del día siguiente apareció de sorpresa para conocer a su tercer nieto recién nacido. Tita escogió un abrigo y falda rosa pálido que le conferían ese deseado aspecto de primera dama en visita oficial. En la clínica Ruber, donde nacen ricas y princesas, compartió una hora larga con su hijo, envueltos en la dulzura que siempre asociamos al nido y a la maternidad. Tita, como Assange y Gaga, ha sido hábil. Vuelve a ser la buena mientras Borja y Blanca son los que ahora tienen que mover ficha. Siempre se ha sabido, pero no siempre se ha dicho: una madre sabe más por adulta que por madre.
La cena de Lady Gaga con Assange le sirve para no perder terreno frente a Madonna, que aunque no ha sabido calibrar el interés de ser la primera en visitar a al fundador de Wikileaks, sí ha defendido anteriormente la causa de Pussy Riot
El señor ministro Wert no ha estado de visita ni muy acertado, pero ha salido, a su manera, del armario: no es un neoliberal, es solo un nostálgico. Lo que le gusta es una buena mantilla con su peineta, el rosario en un puño e ir a los toros meneando el acento del colegio del Pilar. Y todo eso es no solo una fantasía, también es españolizar. Hacer de todo el territorio nacional un barrio de Salamanca gigante. Como un Eurovegas españolizador. El ministro también sabe llamar la atención y desviarla.
Fuera de España, sin embargo, los recortes, las mantillas y el desempleo no consiguen hacer despegar la Marca España. En la feria de arte Frieze, en Londres, comentan que España estaba más de moda, se la observaba mucho más como ejemplo antes de la presidencia de Rajoy. “Cuando dices que eres español, te miran con cara de penita, y antes te preguntaban dónde era la fiesta”, explicaba un groupie del arte en la feria. Frieze, que es como la hermana de Arco, debería ser visitada por Wert, para que pueda españolear un poco ese mercado que se ha convertido en el nuevo lujo. Y el nuevo banco. Recorrer las carpas de la feria en Regent’s Park te recuerda que todavía existe el dinero contante y sonante y que hay nuevos ricos surcoreanos y mexicanos (que ya aventajan a España en PIB) encantados de hablar el mismo idioma del dinero. “Quiero ya ese Julio González”, se escucha en los pasillos como si los escultores fueran marcas de bolsos o de coches. La visita puede darle ideas y ánimos al señor Wert: españolizar en el extranjero para evitar rescates. ¡Ese es el reto! Porque españolizar en casa… sería como llover sobre mojado. Sobre todo ahora que sabemos que hay que esperar hasta 2017 para recuperar algo de aquel noveno lugar en la economía mundial.
Lamentablemente, el que no tiene ánimo para ir tanto de visita como antes es el duque de Palma porque al parecer le sucede lo mismo que a la señora Merkel: la gente se alborota al verle. Mientras Urdangarin se resguarda en una casa nueva sin recibir ni a Lady Gaga ni a casi nadie, el príncipe Felipe se da un paseo por la capital del país de las banderas durante la jornada de las banderitas de la Cruz Roja. Aprovechó para visitar en las mesas petitorias a su madre, a su hermana y a su esposa, por ese orden, tres mujeres importantes en la vida de un heredero. Lo hizo repartiendo donativos y promocionando la beneficencia, tan solidaria y tan de buena educación como las cordiales visitas a media tarde.
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